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12:27 a.m. - 2005-11-04 Los inicios de mis imaginaciones tienen que ver con bicicletas y visitas. Con vanguardistas que ponen a sus familias como único e inmediato fin de trascendencia y transformación, porque a veces parece que al hacer manifiestos, aquellas personas le hablaran al mundo entero, pero el mundo entero tienen tantos oídos y sonidos que escuchar, que muy fácilmente estas manifestaciones vanguardistas se confundieron con los gritos de niños que corren por la calle o con fuegos pirotécnicos apagados por una sorpresiva lluvia. A veces, estos inicios de ficciones tienen que ver con melancolías. Propias y ajenas. Considero que son más bien propias, porque a veces no sé descifrar bien lo que las demás personas me muestran. Y ya no sé si están tristes o qué. Entonces sufro y discuto con mi lenguaje y la forma en qué nos comunicamos, por qué podría parecer que no hay interlocutores en las conversaciones sólo estatuas con bocinas, como las de los coches que pasan vendiendo panes, helados, etc. Si son propias entonces, estas melancolías, mis cajones son insuficientes, mis atajos mentales hacen cortos circuitos, mis labios timbran o se desenfocan mis párpados. Mis sentimientos no son cajas que se envían por avión o fax con la etiqueta "Frágil", aún así mis sentimientos viajan como el coloreado gnomo que aparece en la película francesa: Le fabuleux destin d'Amélie Poulain. Así me doy cuenta que las propias melancolías no son mías únicamente, pero intento buscar otras películas, personas, faxes o cajas ajenas pero sólo escucho en sus marcas, listos, fuera... Una bala atraviesa mi corazón, llegar a la meta no será cosa fácil. Â Â ![]() |