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1:58 p.m. - 2005-12-25 Un joven de unos 20 a 22 a�os, de nombre Jos� (viejo s�lo para los ap�crifos, escritos 300 a�os despu�s de los evangelios), que viv�a en Nazaret, en el norte de Palestina, tuvo que desplazarse al Sur, a Bel�n, a fin de registrarse en un censo. Llevaba a su esposa Mar�a, ya embarazada de nueve meses. Llegando al lugar, Mar�a entr� en dolores de parto. Jos� busc� en las posadas de los alrededores y explic� su urgencia. Pero todos dec�an: �no hay sitio�. No tuvo otra alternativa que buscar un rinc�n que fuera m�nimamente seguro. Encontr� una gruta en la que los animales se proteg�an contra el fr�o de aquella �poca del a�o. All�, en una gruta. Mar�a dio a luz a un ni�o, llamado primero Enmanuel y m�s tarde Jes�s. Y he ah� que ocurri� algo sorprendente, algo realmente lleno de magia, un factor que siempre da encanto a la historia, que no se rige por los c�nones fr�os de la racionalidad, sino por lo imprevisto y lo imponderable. Por eso la historia tiene sabor... He aqu� que irrumpi� una claridad inmensa, algo as� como una estrella que plane� sobre aquella gruta. La vaquita que mug�a bajito y el asno que rebuznaba se quedaron inm�viles. Fuera, las hojas que arrastraba el viento, se paralizaron. Las aguas del r�o, que corr�an, se estancaron. Las ovejas que beb�an, quedaron inertes. El pastor que hab�a levantado el cayado hacia lo alto, qued� como petrificado. Un profundo silencio y una paz seren�sima se apoder� de toda la naturaleza. Fue en ese exacto momento en que vino a este mundo el divino Ni�o. Inmediatamente despu�s, se oyeron voces del cielo, captadas por los que estaban atentos: �Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a todas las personas de buena voluntad�. El impacto de este acontecimiento fue tan grande que nunca m�s ha podido ser olvidado. Dos mil a�os despu�s todav�a es recordado y celebrado, de una u otra forma, en todo el mundo. Es la magia de la Navidad. Ha sido secularizada por el Pap� Noel, y ha entrado en el mercado con los regalos de Santa Claus. Pero nadie ha conseguido todav�a destruir el esp�ritu de la Navidad. Se trata un aura bienhechora que es preciso conservar, pues nos hace m�s humanos. �Cu�l es ese esp�ritu? Primero, que Dios es principalmente una Criatura, y no sobre todo Creador y Juez severo. Una Criatura no amenaza a nadie. Es s�lo vida, inocencia y ternura. M�s que ayudar a otros, necesita ser ayudada y acogida. Si imagin�ramos a Dios as�, no tendr�amos que temer. Llen�monos de confianza. Segundo: el ser humano, por malo que sea, debe esconder un valor muy grande, si Dios ha querido ser uno de ellos. Bien me dijo un d�a un esquizoide: �Cada vez que nace una criatura, es la prueba de que Dios todav�a cree en la humanidad�. Dios crey� tanto, que quiso nacer criatura fr�gil, con los brazitos enfajados, para no amenazar a nadie. Finalmente, la Criatura divina nos recuerda lo que somos en la profundidad de nuestro ser: una eterna criatura. Crecemos y envejecemos. Pero guardamos all� dentro la criatura que nunca dejamos de ser. La criatura representa la creencia de que es posible un mundo diferente, de inocencia, de mirada sin malicia y de pura alegr�a de vivir. �Podr�amos vivir sin ese sue�o? Divino Infante: �realiza en nosotros este destino! �No dejes que muera en nosotros la esperanza! �No olvides que fuiste, como nosotros, un ni�o! �Nace de nuevo en nosotros como una Criatura! Tomado de: La columna semanal de Leonardo Boff
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