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11:51 p.m. - 2007-10-25 A continuaci�n por ejemplo, dejo una cita del libro que estoy leyendo ahorita Elogio de la Locura de Erasmo de Rotterdam. Encontr� esta cita perfecta para cualquier esp�ritu que aspira a algo m�s, no hay que tomar las cosas como vienen �nicamente. Pienso que siempre hay un extra.
Si prescindieseis de m�, adem�s de no poder nadie soportar a nadie, todo el mundo sentir�a hedor de s�, asco de sus propias cosas y repulsi�n de su misma persona. Tanto m�s cuanto que la naturaleza, en no pocas ocasiones m�s madrastra que madre, ha dispuesto el esp�ritu de los mortales, sobre todo de los pocos sensatos, de suerte que cada cual se duela de lo suyo y admire lo ajeno, de lo cual viene que todas las prendas, toda la elegancia y todo el atractivo de la vida se echan a perder y se desvanecen. �Qu� vale la hermosura, principal don de los dioses inmortales, cuando se corrompe con el morbo de la melancol�a? �Qu� es la juventud si la envenena el agror de una senil tristeza? En fin, �qu� podr�a realizar el hombre con belleza (y as� conviene que lo haga todo, pues �sta no s�lo es fundamento del arte, sino de cualquier obra) en cualquier funci�n de la vida, sea en beneficio propio o en el de los dem�s, si no le tendiese la mano el Amor Propio, con quien me une fraternal lazo? Y a�adir� que se esfuerza en sustituirme en todas partes. �Y qu� tan necio como satisfacerse y admirarse de uno mismo? Por el contrario, si se est� descontento de uno mismo, �podr� hacerse algo gentil, gracioso y digno? Suprimid este condimento en la vida y en el acto se helar� el orador en la defensa de su causa, el m�sico no dar� placer a nadie con sus ritmos, el histri�n, a pesar de sus gestos todos, ser� silbado, el poeta y sus musas ser�n objeto de risas, el pintor y su arte ser�n dise�ados y el m�dico y sus f�rmacos caer�n en la miseria. En fin, tendremos a Tersites en vez de Niceo, a N�stor en vez de Fa�n; en vez de Minerva a un cerdo, en lugar del locuaz al balbuciente y en el del cort�s al pat�n. Tan necesario es que cada cual se lisonjee a s� mismo y se procure una peque�a estimaci�n propia antes de que se la otorguen los dem�s. En suma, como quiera que la principal parte de la felicidad radica en que uno quiera ser lo que es, contribuye a ello grandemente mi querido Amor Propio, haciendo que nadie se duela de su figura, del talento de la estirpe, del estado en que se halla, de la educaci�n ni de la patria, de suerte que ni el irland�s ans�a cambiarse por el italiano, ni el tracio con el ateniense, ni el escita con los de las islas Afortunadas. �Oh singular solicitud de la naturaleza que en tan grande variedad de cosas todas las iguala! Dondequiera que se retrae en algo de otorgar sus dones, all� acude el Amor Propio a a�adir un tanto de los suyos. Aunque esto que acabo de decir ha resultado una necedad, porque estos �ltimos son los m�s copiosos." Del capitulo XXII, "Elogio de la Locura", de Erasmo de Rotterdam.
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