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1:34 p.m. - 2006-12-20
En consecuencia, la prensa conservadora proclamó y condenó una vez más la decadencia de la cultura occidental, sin molestarse en investigar si la protesta -política o apolítica- era legítima. La crítica cultural tradicionalmente conservadora reaccionó en el mismo sentido. Preferían aislarse a meditar sobre Kafka y Kandinsky, la literatura experimental y el expresionismo abstracto, y denunciaban entonces al pop art como arte de supermercado, arte kitsch, y como coca-colonización de Europa Occidental. Pero varias ramas de la industria y el comercio (el mercado discográfico, pósters, películas, indumentaria) advirtieron rápidamente que el movimiento de los jóvenes creaba necesidades que podían explotarse económicamente. Se abrió entonces un nuevo mercado para las serigrafías baratas y las obras gráficas de tamaño reducido. Las minigalerías se inauguraban con tanta frecuencia como las miniboutiques. Desde luego, los críticos de arte continuaron discutiendo si el pop debía o no ser aceptado como una forma artística legítima. Mientras tanto, un público de arte predominantemente joven había comenzado a interpretar el arte pop norteamericano más como protesta y crítica que como afirmación de una sociedad opulenta. Vale la pena indagar por qué esta concepción del pop como arte crítico se extendió más en Alemania que en Estados Unidos. La fuerte tradición alemana de la crítica cultural (Kulturkritik) tuvo sin duda algo que ver con esta recepción dispar. Sin embargo, otro factor importante fue que la recepción del pop coincidió en Alemania con la aparición del movimiento estudiantil, al revés dejo que sucedió en Estados Unidos, donde el pop precedió a la revuelta universitaria. Cuando los artistas pop exponían mercancías o declaraban que la producción serial de botellas de Coca-Cola, las estrellas de cine o las tiras de historietas eran obras de arte, muchos alemanes no veían a estas obras como reproducciones afirmativas de la realidad producida en masa. Preferían pensar que ese arte denunciaba la falta de valores y de criterio en la crítica artística y que pretendía salvar el vacío entre el arte alto o serio y el bajo o frívolo. Las obras admitían sólo parcialmente tal interpretación, pero ésta se fundaba en las necesidades e intereses de los receptores individuales, determinados por la edad, el origen de clase y las contradicciones de conciencia. La interpretación del pop en tanto arte crítico se vio alimentada en Europa por el hecho de que los artistas europeos de los sesenta, cuyas obras eran expuestas con las del pop norteamericano, desarrollaban un arte orientado a la crítica social. El factor crucial fue sin embargo la atmósfera antiautoritaria y la adhesión a las teorías culturales de Marcuse una atmósfera que proyecta un aura de crítica social sobre muchos fenómenos culturales que resultan absolutamente diferentes desde la perspectiva actual. Â Â ![]() |