12:47 p.m. - 2004-12-21
Tener no es ning�n pecado...
por Carlo Mar�a Martini
La fascinaci�n por las circunstancias del nacimiento de Jes�s de Nazaret, se encuentra ya en los textos m�s antiguos, desde el siglo primero. Lo que nos dicen los textos originales es que sucedi� en los alrededores de Bel�n y que pusieron al ni�o en un pesebre donde com�an los animales. Este detalle lo repite por tres veces el evangelio de Lucas, y quiz�s sea una discreta, pero significativa clave de lectura de todo el episodio.
Ese ni�o que ha nacido es, en cierto modo, un ni�o como tantos otros. Se perder�a el tiempo si se tratara de encontrar en �l alg�n signo de origen divino. Pero la extraordinaria precariedad de su primer acomodo sorprende a quien casualmente pasa por all� o a quien oye una voz de lo alto que le llama a acercarse a ese lugar.
Hay tantos �mejor, somos tantos� que dicen que creen en Cristo, que proclaman que ese ni�o del pesebre es el Maestro y el Se�or, pero que a la hora de decantarse por los valores prefieren, con mucho, tener a ser.
Tener no es ning�n pecado. Pero s� lo es anteponer el tener a los valores m�s importantes de la vida. No hay una sola realidad ni personal, ni social, ni pol�tica, ni eclesi�stica que no tenga que someterse a este principio.
He aqu� la "cuesti�n moral" m�s honda, que es la fuente de tantos males del mundo actual. La fascinaci�n de Navidad, m�s fuerte que todas las luces multicolores del consumismo, es �sta: un sentido de la vida, del hombre, de las cosas sencillas, que todo el mundo querr�a tener, porque es verdadero, porque es aut�ntico.
Quien sabe mirar con los ojos del coraz�n y con la inteligencia de la fe, descubre ah� el germen de la presencia que empuja al hombre a encontrar la verdad de su ser.
Publicado en el peri�dico Corriere della sera, en septiembre de 1982.
Tomado de: Contenido Magis #320 Noviembre-Diciembre, 1998 .- A�o XXX
