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10:58 p.m. - 2009-03-27 Me sigue sorprendiendo el poder que la escritura tiene sobre mí. Tan sólo al sentarme aquí a escribir y ponerme a pensar en quién era yo en 2002, en 1998, en 1989, o antes... era algo que no estaba pensando hace 10 minutos, pero al sentarme a escribir y a reflexionar vienen muchas imágenes a la cabeza. Es un tipo de memoria terapéutica. Sin embargo, cuando hay eventos del pasado desagradables surge una tensión si este evento no ha sido sobrellevado completamente. Por lo mismo, es una oportunidad para: A) el olvido (de forma amnésica) B) El perdón y la sanación C) otra cosa. Y luego hay un montón de ramas que se desprenden de cada apartado. Pero quiero enfocarme en la opción B. Si aprendo a perdonar mis errores o los de otros que cometen, creo sabiduría. Sé resolver un conflicto. La cosa es cómo llegamos a ese punto y la responsabilidad humana que se crea con los demás después. Creo que todas estas cosas las sabían los antiguos gurús, sabios, profetas, sacerdotes, terapeutas de la Humanidad. Por eso, ese conocimiento se hace sagrado, porque nos comunica el reposo y curación de la angustia humana. Nos ayuda a convivir. Todas las leyes, normas, reglas, mandamientos y acuerdos son normalmente, puntos en común para saber vivir en relación con los otros. El amor puede crear guías, coordenadas para seguir, pero si esa institución se cierra y burocratiza, pierde su efecto renovador. Estoy seguro que muchas de estos acuerdos se han vuelto obsoletos y también muchas veces no responden a todas las necesidades de las personas. Ahí me soprende la aparición del catolicismo, que nos invita a actuar con Amor. Pero como verdad, no es la única ni tampoco es selecta a un grupo. La verdad se manifiesta constantemente desde mi punto de vista. Pienso por ejemplo, que muchos de los vanguardistas de principios de siglo XX llegaron a tales punto del absurdo porque la misma conducta absurda de los gobiernos, iglesias y burguesías debía confrontarse de las formas más extraodinarias. Los ismos no son más que pequeñas manifestaciones de fe, con mandamientos y apóstoles. Pero si ese arte no alcanza las esferas de poder cotidiano, desaparece. Por eso pienso que es necesario volver a un estadio anterior del Arte. Desaparecer la firma. Como en la Edad Media en la que el trovador o el juglar eran anónimos. El anonimato no suprime la individualidad humana, sino que la expande. Bueno, yo nada más quería venir a sentarme para escribir algo que no tenía planeado. Y en eso, no extraño al Pablo de 2002.
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