![]() |
1:43 p.m. - 2006-02-14 Me quemaron las nubes y la m�sica, la rosa y los juguetes de los ni�os, y no encontr� lugar en el que esconderme salvo un caudaloso r�o. All� viv� largos a�os entregado a una recogida calma, hasta que un d�a lleg� un viejo pescador y con su anzuelo me arrebat� del fondo del r�o. Mir�ndome apenado y sorprendido, dijo: El cazador no pronunci� ni una palabra m�s. Me llev� a su casa, jadeando por el cansancio. La esposa vino enseguida con el cuchillo a cortar trozos de diferente tama�o y los puso en una sart�n llena de aceite caliente. Yo no grit� ni de dolor ni pidiendo socorro, y me qued� en la sart�n hasta estar bien frito. Entonces los hijos del cazador empezaron a comerme con apetito y me invadi� la alegr�a. Pero despu�s me entristec� porque los ni�os, descontentos, aunque continuaban comi�ndome, se quejaban de mi carne diciendo que era mala. Mi tristeza aument� cuando me di cuenta de que al d�a siguiente no tendr�a m�s remedio que volver al centro de la tierra, y estar�a forzado a vivir en lugares oscuros y sucios hasta que un d�a me fuera concedido ver el sol en las ra�ces de un �rbol o en sus hojas. Traducci�n de Jos� Antonio Cordobilla L�pez.
![]() |