6:23 p.m. - 2008-06-29
A favor de las mujeres tontas
Margaret Atwood
Las cabezahuecas, las sinseso, las rubias tontas: las adolescentes obstinadas que son demasiado bobas para hacer caso de sus madres:
Todas aquellas que tienen la cabeza llena de p�jaros, todas las camareras exuberantes que nos desean un buen d�a y nos dan mal el cambio mientras se inspeccionan el peinado en el espejo, todas las que ponen a secar al caniche reci�n lavado en el microondas, todas aquellas cuyos novios les dicen que el chicle de clorofila es un anticonceptivo, y que se lo creen; todas las que se muerden las u�as porque no saben si mear o salir del tiesto, todas las que no se atreven a pronunciar la palabra �mear�, todas las que se r�en de buena gana con chistes tontos como �ste, aunque no entiendan su significado.
�No viven en el mundo real�, nos repetimos afectuosamente: pero �qu� clase de cr�tica es �sa?
Si consiguen no vivir en �l, mejor para ellas. Nosotros tambi�n lo preferir�amos.
Y de hecho no viven en �l, porque esas mujeres son pura ficci�n: una ficci�n normalmente compuesta por otros, pero a veces incluso por ellas mismas, aunque ni siquiera las mujeres tontas son tan tontas como fingen ser: fingen por amor.
Los hombres las aman porque hacen que incluso los tontos se sientan listos: las mujeres, por la misma raz�n, y porque les recuerdan todas las bobadas que han cometido ellas mismas, pero sobre todo porque sin ellas no habr�a historias.
�No habr�a historias! �No habr�a historias! �Imaginad un mundo sin historias!
Pues eso es exactamente lo que tendr�ais si todas las mujeres fueran listas.
Las V�rgenes Sabias mantienen los candiles preparados y llenos de aceite, y el novio llega, como es debido, y llama a la puerta principal a la hora de cenar; ni ruido, ni nueces, ni tampoco historia. �Qu� puede decirse de las V�rgenes Sabias, esos dechados de soser�a? Se muerden la lengua, piensan lo que van a decir, se cosen su ropa, alcanzan un gran reconocimiento profesional, lo hacen todo bien y sin esfuerzo.
En cierto sentido son insoportables: no tienen vicios narrativos: sus sabias sonrisas destilan demasiado conocimiento, saben demasiadas cosas de nosotros y nuestras tonter�as. Sospechamos que albergan un coraz�n mezquino. Son demasiado listas, no para su propio bien sino para el nuestro.
Las V�rgenes Bobas, por otro lado, dejan que se les apaguen los candiles: y cuando el novio aparece y llama al timbre, ellas est�n dormidas en la cama, y �l tiene que entrar por la ventana; y la gente grita y tropieza, y las identidades se confunden, y se dan escenas de persecuci�n, de destrozos, y mucho bullicio satisfactorio: nada de esto suceder�a si a estas chicas no les faltara un hervor.
�Ah, la Eterna Mujer Tonta! C�mo disfrutamos oyendo hablar de ella: cuando escucha los falsos cuentos de la plausible serpiente, y acaba mordiendo una muestra gratuita de la manzana del �rbol del Conocimiento, ocasionando as� el nacimiento de la Teolog�a; o cuando abre la enga�osa caja que contiene todos los males del mundo, pero es lo bastante imb�cil para creer que la Esperanza ser� una especie de alivio.
Habla con los lobos, sin saber de qu� clase de bestias se trata:
��D�nde has estado toda mi vida?�, preguntan ellos.
��D�nde he estado toda mi vida?�, replica ella.
�Lo sabemos! �Lo sabemos! �Y reconocemos la esencia del lobo cuando la vemos!
�Cuidado�, le gritamos en silencio, pensando en todas las reacciones inteligentes que tendr�amos si estuvi�ramos en su lugar. Pero, atrapada en las p�ginas blancas, ella no nos oye, y sigue brincando, y gorjeando, y avanzando inocentemente hacia su destino. (�La inocencia! Tal vez �sa sea la clave de la estupidez, nos decimos para nuestros adentros, convencidos de que la perdimos hace ya mucho tiempo.)
Si ella consigue escapar, es gracias a la suerte o al h�roe de turno: esta chica no encontrar�a la salida ni de una bolsa de pl�stico.
A veces es de una valent�a est�pida; por otro lado, tambi�n puede mostrarse temerosa, pero igualmente imb�cil. Padres incestuosos la persiguen por los conventos en ruinas, a los que ha sido atra�da mediante ardides que no enga�ar�an ni a un cervatillo.
Los ratones la hacen gritar: siente escalofr�os y le casta�etean los dientes al enfrentarse a las amenazas del mundo. Corre, pero correr implica a las piernas, es un movimiento carente de gracia, as� que, mejor dicho, huye. Huye despavorida, tomando el camino equivocado en cada recodo, su pa�uelo de seda blanco destaca en la oscuridad, y huimos con ella.
Hu�rfana y criada por t�as mezquinas, elige mal a la hora de contraer matrimonio, y se ve obligada a esquivar cuerdas, cuchillos, perros enloquecidos, maceteros de piedra que caen de los balcones, dirigidos contra su cabeza por maridos zalameros y malvados que buscan su dinero y su sangre.
No sint�is l�stima por ellas cuando las ve�is indefensas, retorci�ndose las manos: el miedo es su armadura.
�Asum�moslo, ella es nuestra inspiraci�n! �La Musa de peluche!
�Y tambi�n es fuente de inspiraci�n para los hombres! �Por qu�, si no, existen las sagas de h�roes, de divinos poderes, capaces de obras sobrenaturales, si no es para ser admiradas por mujeres consideradas lo bastante tontas para cre�rselas? �De d�nde proceden quinientos a�os de versos de amor, sin mencionar esas pat�ticas y lastimeras baladas que son todo gemidos y escalofr�os musicales?
�Dirigidas a mujeres que son lo bastante tontas para encontrarlas seductoras!
Cuando una mujer encantadora se inclina hasta perder la raz�n, haciendo gala de buenas intenciones, de sus ganas de complacer, y se aprovecha de ella alguien, normalmente famoso, ya sea tonto o inteligente, ella cae en sus redes, como en las novelas cl�sicas, y consigue abrirse paso hacia los titulares, perpleja y llorosa, y de all� va directa a nuestros corazones.
��Te perdonamos!�, gritamos. ��Lo comprendemos! �Sigue as� un poco m�s!�
Rompamos una lanza a favor de las mujeres tontas, que nos han dado la Literatura.
*�rase una vez, Lumen, Barcelona, 2007, 148 pp.
