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12:00 a.m. - 2007-09-27
El conocimiento de la ignorancia
Karl Popper

Me doy cuenta, una vez m�s, de lo poco que s�, y ello me hace recordar la vieja historia que S�crates cont� por primera vez en su juicio. Uno de sus j�venes amigos, un miembro del pueblo de nombre Querefon, hab�a preguntado al dios Apolo en Delfos si exist�a alguien m�s sabio que S�crates, y Apolo le hab�a contestado que S�crates era el m�s sabio de todos. S�crates hall� esta respuesta inesperada y misteriosa. Pero, despu�s de varios experimentos y conversaciones con todo tipo de personas, crey� haber descubierto aquello que el dios hab�a querido decir; por contraste de todos lo dem�s, �l, S�crates, se hab�a dado cuenta de lo lejos que estaba de ser sabio, de que no sab�a nada. Pero lo que el dios nos hab�a querido decir a todos nosotros era que la sabidur�a consist�a en el conocimiento de nuestras limitaciones y, lo m�s importante de todo, en el conocimiento de nuestra propia ignorancia. Creo que S�crates nos ense�� algo que es tan importante hoy en d�a como lo fue hace 2.400 a�os. Y creo que los intelectuales, incluso cient�ficos, pol�ticos y, especialmente aquellos que trabajan en los medios de comunicaci�n, tienen hoy la imperiosa necesidad de aprender esta vieja lecci�n que S�crates trat� en vano de ense�arnos.

�Pero, es eso cierto? �No sabemos hoy, acaso, much�simo m�s de lo que sab�a S�crates en su �poca? S�crates ten�a raz�n, debe admitirse, al ser consciente de su ignorancia: en efecto, �l era ignorante sobre todo si lo comparamos con lo que sabemos hoy en d�a. Efectivamente, el reconocer su ignorancia fue un gesto de gran sabidur�a por su parte. Pero hoy se dice que nuestros investigadores y cient�ficos contempor�neos no son simples buscadores, sino tambi�n descubridores. Porque saben mucho: tanto que el gran volumen de nuestro conocimiento cient�fico se ha convertido en un grave problema; los nuevos descubrimientos se publican a tal velocidad que es imposible que nadie pueda estar al d�a. �Podr�a ser que incluso ahora debamos seguir construyendo nuestra filosof�a del conocimiento sobre la tesis de S�crates de nuestra falta de conocimiento?

La objeci�n es correcta, pero �nicamente despu�s de haberla modificado radicalmente mediante cuatro comentarios muy importantes: Primero, la idea de que la ciencia sabe mucho es correcta, pero la palabra conocimiento se usa aqu�, al parecer inconscientemente en un sentido que es completamente distinto del significado que se le da a la palabra conocimiento cuando se usa, con �nfasis, en el lenguaje diario. Sin embargo, el conocimiento cient�fico simplemente no es un conocimiento cierto. Est� siempre abierto a revisi�n. Consiste en conjeturas comprobables -el mejor de los casos-, conjeturas que han sido objeto de las m�s duras pruebas, conjeturas inciertas.

Es conocimiento hipot�tico, conocimiento conjetural. Este es mi primer comentario, y por s� mismo es una amplia defensa de la aplicaci�n a la ciencia moderna de las ideas de S�crates: el cient�fico debe tener en cuenta, como S�crates, que �l o ella no sabe, simplemente supone. Mi segundo comentario sobre la observaci�n de que nosotros sabemos tanto hoy en d�a es �ste: con casi cada nuevo logro cient�fico, con cada soluci�n hipot�tica de un problema cient�fico, el n�mero de problemas no resueltos aumenta; y asimismo aumenta el grado de su dificultad; de hecho, ambos aumentan a una velocidad superior a la que lo hacen las soluciones! Y ser�a correcto decir que mientras nuestra ignorancia, nuestra creciente ignorancia es infinita. Mi tercer comentario es �ste: cuando decimos que hoy sabemos m�s que lo que sab�a S�crates en su �poca, que nuestro conocimiento conjetural es mayor, esto es probablemente incorrecto en tanto que nosotros interpretamos el saber en un sentido subjetivo. Probablemente, ninguno de nosotros sabe m�s, en cuanto a almacenar mayor informaci�n en nuestra memoria; m�s bien, somos conscientes de que hoy en d�a se sabe much�simo m�s y acerca de much�simas m�s cosas diferentes que en los tiempos de S�crates.

Tenemos aqu� una cuarta raz�n para decir que S�crates estaba en lo cierto, incluso hoy. Porque este anticuado conocimiento personal consiste en teor�as que se han demostrado son falsas. Por ello, tenemos cuatro razones que nos demuestran que incluso hoy, la idea de S�crates "S�lo s� que no s� nada", es una idea de palpitante actualidad, pienso que a�n m�s que en tiempos de S�crates. Y tenemos razones, en defensa de la tolerancia, para deducir de la idea de S�crates aquellas consecuencias �ticas que fueron deducidas, en sus tiempos, por el propio S�crates, por Erasmo, por Montaigne, Voltaire, Kant y Lessing. Y debemos incluso deducir algunas otras consecuencias. Los principios que son el fundamento de cada di�logo racional, es decir, cada discusi�n encaminada a la b�squeda de la verdad son, de hecho, principios �ticos. Me gustar�a expresar tres de esos principios �ticos.

(a) El principio de la falibilidad: Quiz� yo est� equivocado y quiz� usted tenga raz�n, pero desde luego, ambos podemos estar equivocados.
(b) El principio del di�logo racional: Queremos de modo cr�tico -pero por supuesto, sin ning�n tipo de cr�tica personal- poner a prueba nuestras razones a favor y en contra de nuestras variadas (criticables) teor�as. Esta postura cr�tica pone a prueba nuestras razones a favor y en contra de nuestras variadas (criticables) teor�as. Esta actitud cr�tica a la que estamos obligados a asumir es parte de nuestra responsabilidad intelectual.
(c) El principio de acercamiento a la verdad con la ayuda del debate. Podemos casi siempre acercarnos a la verdad, con la ayuda de tales discusiones cr�ticas impersonales (y objetivas), y de este modo podemos casi siempre mejorar nuestro entendimiento; incluso en aquellos casos en los que no llegamos a un acuerdo.

Es extraordinario que esos tres principios sean epistemol�gicos y, al mismo tiempo sean tambi�n principios �ticos. Porque implican, entre otras cosas, tolerancia: si yo puedo aprender de usted, y si yo quiero aprender en el inter�s por la b�squeda de la verdad, no s�lo debo tolerarle como persona, sino que debo reconocerle potencialmente como a un igual. El principio �tico que nos gu�e deber� ser nuestro compromiso con la b�squeda de la verdad y la noci�n de una v�a para llegar a la verdad y un acercamiento a ella. Sobre todo, deber�amos entender que nunca podremos estar seguros de haber llegado a la verdad; que tenemos que seguir haciendo cr�ticas, autocr�ticas, de lo que creemos haber encontrado y, por consiguiente tenemos que seguir poni�ndolo a prueba con esp�ritu cr�tico; que tenemos que esforzarnos mucho en la cr�tica y que nunca deber�amos llegar a ser complacientes y dogm�ticos. Y tambi�n debemos vigilar constantemente nuestra integridad intelectual, que junto con el conocimiento de nuestra falibilidad nos llevar� a una actitud de autocr�tica y de tolerancia.

Por otra parte, tambi�n es de gran importancia darnos cuenta que siempre podemos aprender cosas nuevas, incluso en el campo de la �tica. Me gustar�a demostrar lo anterior por v�a de un examen de la �tica de los profesionales, la �tica de los intelectuales, la �tica de los cient�ficos, m�dicos, abogados, ingenieros, arquitectos, directores, y, muy importante, de los periodistas y de la gente influyente del mundo de la televisi�n; tambi�n de los funcionarios, y sobre todo, de los pol�ticos. Me gustar�a proponerles algunos principios de una nueva �tica profesional, principios que est�n estrechamente relacionados con las ideas �ticas de tolerancia y de honestidad intelectual. Con este fin voy a describir primero la antigua �tica profesional y, quiz�, caricaturizarla un poco, para luego compararla y contrastarla con la nueva �tica profesional que deseo proponer aqu�.

Hay que reconocer que la antigua �tica profesional se bas�, como tambi�n se basa la nueva, en los conceptos de verdad, de racionalidad y de responsabilidad intelectual. Con la diferencia de que la antigua �tica se bas� en el concepto de conocimiento personal y en la idea de que es posible llegar al conocimiento cierto, o al menos acercarse lo m�s posible. Por esta raz�n, el concepto de autoridad personal desempe�� un papel importante en la antigua �tica profesional. En contraste, la nueva �tica se basa en el concepto de conocimiento objetivo, y de conocimiento incierto. Esto exige un cambio radical en nuestra manera de pensar. Lo que tiene que cambiar es el papel desempe�ado por los conceptos de verdad, racionalidad, honestidad intelectual y responsabilidad intelectual.

Mi sugerencia es que la nueva �tica profesional que propongo aqu� se base en los doce principios siguientes, con los cuales termino mi discurso:

- Nuestro conocimiento objetivo conjetural contin�a superando con diferencia lo que el individuo puede abarcar. Por consiguiente: no hay autoridades. Esta importante conclusi�n tambi�n se puede aplicar a materias especializadas y a campos espec�ficos de investigaci�n.

- Es imposible evitar todos los errores, e incluso todos aquellos que, en s� mismos, son evitables. Todos los cient�ficos cometen equivocaciones continuamente. Hay que revisar la antigua idea de que se pueden evitar los errores y que, por tanto, existe la obligaci�n de evitarlos: la idea en s� encierra un error.

- Por supuesto, sigue siendo nuestro deber hacer todo lo posible para evitar errores. Pero precisamente para evitarlos debemos ser conscientes, sobre todo, de la dificultad que esto encierra y del hecho de que nadie logra evitarlos.

- Los errores pueden estar ocultos al conocimiento de todos incluso en nuestras teor�as mejor comprobadas; as�, la tarea espec�fica del cient�fico es buscar tales errores. Descubrir que una teor�a bien contrastada, o que una t�cnica usual pr�ctica son err�neas, podr�a ser un descubrimiento de m�xima importancia.

- Por lo tanto, tenemos que cambiar nuestra actitud hacia nuestros errores. Es aqu� donde hay que empezar nuestra reforma pr�ctica de la �tica. Porque la actitud de la antigua �tica profesional nos obliga a tapar nuestros errores, a mantenerlos secretos y a olvidarnos de ellos tan pronto como sea posible.

- El nuevo principio b�sico es que para evitar equivocarnos, debemos aprender de nuestros propios errores. Intentar ocultar la existencia de errores es el pecado m�s grande que existe.

- Tenemos que estar continuamente al acecho para detectar errores, especialmente los propios, con la esperanza de ser los primeros en hacerlo. Una vez detectados, debemos estar seguros de recordarlos, examinarlos desde todos los puntos de vista para descubrir por qu� se cometi� el error.

- Es parte de nuestra tarea el tener y ejercer una actitud autocr�tica, franca y honesta hacia nosotros mismos.

- Puesto que debemos aprender de nuestros errores, asimismo debemos aprender a aceptarlos incluso con gratitud, cuando nos los se�alan los dem�s. Y cuando llamamos la atenci�n a otros sobre sus errores deber�amos siempre tener en cuenta que los cient�ficos m�s grandes los han cometido.

- Tenemos que tener claro en nuestra propia mente que necesitamos a los dem�s para descubrir y corregir nuestros errores (de la misma manera en que los dem�s nos necesitan a nosotros) y, sobre todo, necesitamos a gente que se haya educado con diferentes ideas en un mundo cultural distinto. As� se logra tolerancia.

- Debemos aprender que la autocr�tica es la mejor cr�tica, pero que la cr�tica de los dem�s es una necesidad. Tiene casi la misma importancia que la autocr�tica.


1
La cr�tica racional y no personal (u objetiva) deber�a ser siempre espec�fica: hay que alegar razones espec�ficas cuando una afirmaci�n espec�fica, o una hip�tesis espec�fica, o un argumento espec�fico nos parece falso o no v�lido. Hay que guiarse por la idea de acercamiento a la verdad objetiva. En este sentido, la cr�tica tiene que ser impersonal, pero deber�a ser a la vez ben�vola.

 

 

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