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1:39 a.m. - 2007-01-08 En el apogeo de las celebraciones del Centenario, don Porfirio inaugura un manicomio. Poco despu�s, coloca la primera piedra de una nueva c�rcel. Condecorado hasta la barriga, su emplumada cabeza reina all� en lo alto de una nube de sombreros de copa y cascos imperiales. Sus cortesanos, reum�ticos ancianos de levita y polainas y flor en el ojal, bailan al ritmo de Viva mi desgracia, el vals de moda. Una orquesta de ciento cincuenta m�sicos toca bajo treinta mil estrellas el�ctricas en el gran sal�n del Palacio Nacional. Un mes entero duran los festejos. Don Porfirio, ocho veces reelegido por �l mismo, aprovecha uno de estos hist�ricos bailes para anunciar que ya se viene su noveno per�odo presidencial. Al mismo tiempo, confirma la concesi�n del cobre, el petr�leo y la tierra a Morgan, Guggenheim, Rockefeller y Hearst por noventa y nueve a�os. Lleva m�s de treinta a�os el dictador, inm�vil, sordo, administrando el m�s vasto territorio tropical de los Estados Unidos. Una de estas noches, en plena farra patri�tica, el cometa Halley irrumpe en el cielo. Cunde el p�nico. La prensa anuncia que el cometa meter� la cola en M�xico y que se viene el incendio general.
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