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10:23 p.m. - 2004-11-06 Se supone que mientras crecemos desarrollamos nuestras habilidades ling��sticas y mejoramos la comunicaci�n personal o colectiva. Todo para que al final, cuando seamos viejos, todo lo que ten�amos por decir y aprender fuera dicho y aprendido, en la realidad o en la ficci�n. Qu� importa, el pensamiento de la r�plica existi�, en el mejor de los casos, y eso hace en nosotros. Lo que resta por decir puede ser dicho en su debido tiempo, con derecho de nueva r�plica y dem�s convenciones. Pero otras veces, lo que resta por decir, se guarda, se queda, se gesta en nosotros por tiempo indefinido y brota a la realidad un d�a m�s que menos esperado. Porque nosotros esper�bamos ese d�a, �no? Tal vez las personas y situaciones implicadas en la primera instancia ya no sean las mismas, pero las palabras siguen haciendo en nosotros y las nuevas instancias. Lo que resta por decir puede ser mortificante, desesperado, inquietante, deslumbrante, vago, nimio. El silencio germinar� ya sean nuestras l�gubres o alegres ideas. Pero muchas otras veces, el v�rtigo casi imperceptible, nos obligar� a procrear palabras a medias. Los artistas piensan seg�n las palabras y, los fil�sofos, seg�n las ideas.
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