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12:32 a.m. - 2007-05-25 Entonces sales del cineforo, aumentando el tamaño ante tus ojos del templo Expiatorio a cada paso y la luz con que sangran los atardeceres permitiendote el paso sobre Vallarta. Tajadas de jardines a tu alrededor compadecen el verde tono con que se entera tu alma. Aún no sabes del documental sobre Virginia Woolf en C7, después de llegar a casa, escondido en el último asiento del autobús. Ves una mujer regar su amor casto, como una hermana que consagra sus días cursis a santos marginales. Personajes invisibles que buscan trasparencia. ¿Qué es este estado entonces? ¿Indeterminación, incertidumbre, superposición cuántica, demostración del ser y su mutabilidad? Supon ya, que la alegoría termina. Cierras el libro y vas por otro al estante. La página dice: "Dime: ¿no has visto tú representar alguna comedia adonde se introducen reyes, emperadores y pontífices, caballeros, damas y otros diversos personajes? Uno hace el rufián, otro el embustero, éste el mercader, aquél el soldado, otro el simple discreto, otro el enamorado simple; y, acabada la comedia y desnudándose de los vestidos della, quedan todos los recitantes iguales. -Sí he visto —respondió Sancho. -Pues lo mesmo —dijo don Quijote— acontece en la comedia y trato deste mundo, donde unos hacen los emperadores, otros los pontífices, y, finalmente, todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia; pero, en llegando al fin, que es cuando se acaba la vida, a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura. -¡Brava comparación! —dijo Sancho—, aunque no tan nueva que yo no la haya oído muchas y diversas veces, como aquella del juego del ajedrez, que, mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio; y, en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura. -Cada día, Sancho —dijo don Quijote—, te vas haciendo menos simple y más discreto." Â Â ![]() |