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8:14 p.m. - 2007-02-06 �Qu� son dos cent�metros, una pulgada, el filo de una mort�fera acera? �Cu�l es la diferencia entre el caucho y la piedra, entre el algod�n y la madera? Esto lo saben bien quienes duermen bajo los misteriosos azares de la probalilidad. As� Renata, el d�a que resbal� en el ba�o de su casa, jalando con ella las cortinas que ocultan los cuerpos cuando se lavan, aquel lejano 16 de febrero de 1989. �Qu� del mundo que dej� Renata? �Qu� importan las hipotecas, los planes de Europa, las caminatas hacia casa despu�s de cualquier puesta en escena? El dolor ha sido dejado atr�s, cautivo en el sue�o diurno de los dem�s. Renata vive sus recuerdos cuantas veces quiere. Se acerca al sal�n donde conoci� a Crist�bal, su futuro esposo. Camina, las ventanas nunca cerradas, siempre iluminadas, y aparece Santiago, su hermano persiguiendo a una ni�a, �cuidado con los jarrones! Cada d�a de su vida se representa cuantas veces quiere. Incluso la imagen m�s lejana de su infancia, el d�a que eruct� en honor a su madre. Un mal d�a una tormenta lleg� al campo. Los p�jaros hab�an anunciado aquellos vientos. La gente corr�a a los refugios, las monta�as se part�an, el r�o desbordado cobraba v�ctimas. Renata no pod�a hacer nada para impedirlo. Su imaginaci�n no respond�a a sus �rdenes, su mente agrietaba otras heridas. De pronto, record� otra vida. En tal d�a, Crist�bal, ante la mayor desgracia, corri� por fin la cortina de su amiga. Ese d�a, volvi� caminando a casa.
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