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9:06 p.m. - 2008-01-07
Apuntes breves sobre el homo sentimentalis
Muy bien dicho, Schlosser: se ama
lo propio; y si no se tiene
se apetece. El alma rica
ama, la pobre apetece.
F. Schiller

El destino debe estar sonriendo al ponerme dos libros que se contraponen hasta cierto punto y al mismo tiempo entreven a la sociedad europea del siglo XIX y XX, respectivamente. Estos dos libros son El rojo y el negro de Stendhal y La inmortalidad de Milan Kundera. El primero, precursor del realismo franc�s con tendecia rom�ntica. El segundo, �qu� es? Un cr�tico del aislamiento del ser humano contempor�neo, mezclado con un sentido del humor hiperreal al igual que melanc�lico.

Juan Sorel, el personaje principal de Stendhal, bien se puede comparar con el personaje Rubens de Kundera. En ellos podemos analizar la tesis que el escritor checo realiza sobre el homo sentimentalis. El hombre actual ama la idea del amor. Dice Kundera:

El homo sentimentalis no puede ser definido como un hombre que siente (porque todos sentimos), sino como un hombre que ha hecho un valor el sentimiento. A partir del momento en que el sentimiento se considera un valor, todo el mundo quiere sentir; y como a todos nos gusta jactarnos de nuestros valores, tenemos tendencia a mostrar nuestros sentimientos.

Y este sentimiento es casi indiferente al ser "amado". Porque si alguien siembra el amor en el coraz�n de otro, entonces en su coraz�n va creciendo el amor por ese alguien, "un amor inimitable, irreemplazable, destinado a quien lo sembr�, a quien es amado y, por lo tanto, inencarnable. Un amor as� puede ser definido como una relaci�n: una relaci�n privilegiada entre dos personas".

Pero el homo sentimentalis denomina "amor verdadero", no a un amor-relaci�n, sino a un amor-sentimiento; "un fuego encendido por una mano celestial en el alma del hombre". Un amor as� no sabe lo que es la infidelidad, porque, aunque cambie el objeto del amor, el amor en s� sigue siendo siempre la misma llama encendida por la misma mano celestial.

El homo sentimentalis imita el amor-sentimiento a placer. Al igual que un actor que sube al escenario frente todos los espectadores, genera la tristeza de un hombre abandonado y traicionado, por ejemplo. Y esto no quiere decir que �l realmente no sienta esa tristeza. Pero nos deja pasmados porque acto seguido que termina la funci�n, el actor vuelve a una inexplicable indiferencia.

Asi pues, �a cu�ntos y cu�ntas no encontramos en la vida cotidiana que se hacen llamar enamoradiz@s? �No es realmente la idea del amor y no la persona en s� en la que se siembra este amor inintercambiable? Agrega Kundera que Cervantes fue quien con mayor agudeza desenmascar� al homo sentimentalis. DonQuijote decide amar a cierta muchacha, llamada Dulcinea, a pesar de que casi no la conoce (lo cual no le sorprende a Kundera, porque cuando se trata del "amor verdadero", el amado importa poqu�simo).

El sentimiento nace en nosotros sin la intervenci�n de nuestra voluntad, frecuentemente contra nuestra voluntad. En cuanto queremos sentir (decidimos sentir, de la misma manera que hace Don Quijote con Dulcinea) el sentimiento ya no es un sentimiento genuino, sino una imitaci�n, su exhibici�n. A lo que se�ala Milan Kundera, se le denomia histeria y es por esto que el homo sentimentalis es lo mismo que el homo hystericus.

Comparando con Plat�n, �ste dice que los caminos para llegar a conocer el bien son los siguientes:

* El grado m�s bajo en la escala del amor es el amor f�sico, que es el deseo de poseer el cuerpo bello con objeto de engendrar, en lo bello, otro cuerpo. Este amor f�sico ya es deseo de inmortalidad y de eternidad, "porque la generaci�n, aunque sea una criatura mortal, es perennidad e inmortalidad".

* El amor espiritual. Posteriormente est� el grado de los amantes que son fecundos no en sus cuerpos sino en sus almas, portadores de una simiente que nace y crece en la dimensi�n del esp�ritu. Entre los amantes pertenecientes a la dimensi�n del esp�ritu se hallan, en una escala progresivamente m�s elevada, los amantes de las almas, los amantes de las artes, los amantes de la justicia y de las leyes, los amantes de las ciencias puras.

* Finalmente, en la culminaci�n de la escala del amor, se halla la visi�n fulgurante de la idea de lo Bello en s�, de lo absoluto.

Habr�a que ver pues, qui�n enciende el fuego de la belleza.

 

 

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