4:02 p.m. - 2008-06-22
Los hermanos Karamazov
He estado leyendo Los hermanos Karamazov en los �ltimos d�as. Mi impresi�n es grande y profunda. Los buenos libros nos hacen mejores personas, definitivamente. Por esto, quiero recordar en este espacio, para m� y para ti, un pasaje que ha tocado fibras muy sensibles en m�: -Hace ya varios d�as -me dijo al entrar- que le escucho con gran curiosidad. Deseo que me honre usted con su amistad y que conversemos detenidamente. �Quiere usted hacerme ese gran favor? -Con mucho gusto -le respond�-. Ser� para m� un verdadero honor. De tal modo me impresion� aquel hombre desde el primer momento, que me sent�a un tanto atemorizado. Aunque todos me escuchaban con curiosidad, nadie me hab�a mirado con una expresi�n tan grave. Adem�s, hab�a venido a mi casa para hablar conmigo. Despu�s de sentarse continu�: -He observado que es usted un hombre de car�cter, ya que no vacil� en decir la verdad en una cuesti�n en que su franqueza pod�a atraerle el desprecio general. -Sus elogios son exagerados. -Nada de eso. Lo que usted hizo requiere mucha m�s resoluci�n de la que usted supone. Esto es lo que me impresion� y por eso he venido a verle. Tal vez mi curiosidad le parezca indiscreta, pero quisiera que me describiera usted sus sensaciones, en caso de que las recuerde, al decidir pedir perd�n a su adversario en el terreno del duelo. No atribuya usted mi pregunta a ligereza. Es todo lo contrario. Se la hago con un fin secreto que seguramente le explicar� muy pronto, si Dios quiere que se entable entre nosotros una verdadera amistad. Yo lo escuchaba mir�ndolo fijamente. De pronto sent� hacia �l una confianza absoluta, al mismo tiempo que una viva curiosidad, pues percib� que su alma guardaba un secreto. -Desea usted conocer mis sensaciones en el momento en que ped� perd�n a mi adversario -dije-, pero ser� preferible que antes le refiera ciertos hechos que no he revelado a nadie. Le describ� mi escena con Atanasio y le dije que finalmente me hab�a arrodillado ante �l. -Esto le permitir� comprender -termin�- que durante el duelo mi estado de �nimo hab�a mejorado mucho. En mi casa hab�a empezado a recorrer un nuevo camino y segu�a adelante, no s�lo libre de toda preocupaci�n, sino alegremente. El visitante me escuch� con atenci�n y simpat�a. -Todo esto es muy curioso -dijo-. Volver� a visitarle. Desde entonces vino a verme casi todas las tardes. En seguida habr�amos trabado estrecha amistad si mi visitante me hubiera hablado de s� mismo. Pero se limitaba a hacerme preguntas sobre m�. No obstante, le tom� afecto y le abr� mi coraz�n. Me dec�a en mi fuero interno: �No necesito que me conf�e sus secretos para estar persuadido de que es un hombre justo. Adem�s, hay que tener en cuenta que es una persona ser�a y que viene a verme, a escucharme, a pesar de que tiene bastante m�s edad que yo.� Aprend� mucho de �l. Era un hombre de gran inteligencia. -Yo tambi�n creo desde hace mucho tiempo que la vida es un para�so -me dijo un d�a, mir�ndome y sonriendo-. Estoy incluso m�s convencido que usted, como le demostrar� cuando llegue el momento. Entonces me dije: � No cabe duda: tiene que hacerme una revelaci�n. � -Todos -continu�- llevamos un para�so en el fondo de nuestro ser. En este momento yo llevo el m�o dentro d� m� y, si quisiera, ma�ana mismo podr�a convertirlo en realidad para toda mi vida.Me hablaba afectuosamente, mir�ndome con una expresi�n enigm�tica, como si me interrogase. -En cuanto a la culpabilidad de cada hombre ante todos, no s�lo por sus pecados, sino por todo, sus juicios son justos. Es asombroso que haya podido concebir esta idea con tanta amplitud. Comprenderla supondr� para los hombres el advenimiento del reino de los cielos, no como un sue�o, sino como una aut�ntica realidad. -�Pero cu�ndo llegar� ese d�a? -exclam�, apenado-. Acaso esa idea no pase nunca de ser un sue�o. -�C�mo es posible que no crea usted lo que predica? Ha de saber que ese sue�o se realizar�, pero no ahora, cuando todo est� regido por leyes. Es un fen�meno moral, psicol�gico. Para que el mundo se renueve es preciso que los hombres cambien de rumbo. Mientras cada ser humano no se sienta verdaderamente hermano de su pr�jimo, no habr� fraternidad. Gui�ndose por la ciencia y el inter�s, los hombres no sabr�n nunca repartir entre ellos la propiedad y los derechos; nadie se sentir� satisfecho y todos murmurar�n, se envidiar�n, se exterminar�n... Usted se pregunta cu�ndo se realizar� su ideal. Pues bien, se realizar� cuando termine la etapa del aislamiento humano. -�El aislamiento humano? -pregunt�. -S�. Hoy reina en todas partes y no ha llegado a�n la hora de su fin. Hoy todos aspiran a separar su personalidad de las dem�s personalidades, gozar individualmente de la plenitud de la vida. Sin embargo, los esfuerzos de los hombres, lejos de alcanzar sus fines, conducen a un suicidio total, ya que, en vez de conseguir la plena afirmaci�n de su personalidad, los seres humanos caen en la soledad m�s coinpleta. En nuestro siglo, todos los hombres se han fraccionado en unidades. Cada cual se aisla en su agujero, se aparta de los dem�s, se oculta con sus bienes, se aleja de sus semejantes y aleja a sus semejantes. Amasa riquezas �l solo, se felicita de su poder y de su opulencia, y el insensato ignora que cuantas m�s riquezas re�ne, m�s se hunde en una impotencia fatal. Porque se ha habituado a contar s�lo consigo mismo y se ha desligado de la colectividad; se ha acostumbrado a no creer en la ayuda mutua, ni en su pr�jimo, ni en la humanidad, y tiembla ante la sola idea de perder su fortuna y los derechos que �sta le otorga. Hoy el esp�ritu humano empieza a perder de vista en todas partes, cosa rid�cula, que la verdadera garantia del individuo radica no en su esfuerzo personal aislado, sino en su solidaridad. Este terrible aislamiento terminar� alg�n d�a, y entonces todos los hombres comprender�n que su separaci�n es contraria a todas las leyes de la naturaleza, y se asombrar�n de haber permanecido tanto tiempo en las tinieblas, sin ver la luz. Y en ese momento aparecer� en el cielo el signo del Hijo del Hombre... Pero hasta entonces habr� que tener guardado el estandarte y predicar con el ejemplo, aun siendo uno solo el que lo haga. Ese uno deber� salir de su aislamiento y acercarse a sus hermanos, sin detenerse ante el riesgo de que le tomen por loco. Hay que proceder de este modo para evitar que se extinga una gran idea. Fragmento del Cap�tulo VI, Libro II de Los Hermanos Karamazov de Fedor M. Dostoyevski.
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