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10:50 p.m. - 2003-10-06
Yo me cas� con una de tup�, ten�a muchos piojos y yo se los quit�, agua con sal tequila con lim�n, huevitos de tortuga: �pich�n, pinch�n, pich�n!...
Recuerdo que esa era una de las canciones que llegu� a escuchar cuando era ni�o, estoy seguro que m�s de una persona se acuerda de ella.

Tambi�n cuando era ni�o me gustaba inventar juegos. Por ejemplo hice un juego llamado: "Hi yo silver all the way...!" claro con mi ingl�s de los ocho a�os. Y consist�a en que se hac�an grupos (casi siempre ni�os contra ni�as) y el grupo que le tocaba buscar, se iba a la esquina de la cuadra, esperaba un minuto para que el otro equipo se escondiera y despu�s corr�amos imitando el galope de un caballo gritando: Allon silver oll di huey!... y era f�ntastico. Mi infancia fue muy chida, casi todos los d�as jugando.

Tambi�n recuerdo que seguido tomaba a mis primos como chivos expiatorios, los sentaba en mi sala y les dec�a que cerraran los ojos mientras les narraba lugares para que ellos se imaginaran como protagonistas. Creando.

Muchos besos, cachetadas, c�mo olvidar la vez que prepar� todo para que la ni�a que me gustaba me diera un beso en un juego de la botella.

Era un ni�o flaco. Apodos que llegu� a tener:

-G�erejo, g�ero

-Pablonchis

-Guas�n

-Etc.

A casi nadie le gustaban sus apodos pero supongo que ya me sobrepuse. Tal vez. Pero no me llames as� �OK?

Los amigos del pasado y los amigos del presente.

Creciste. Es natural. Incluso ya saliste de la adolescencia. �Qu� r�pido!

Gracias a las ideas contracorrientes de mi pap� principalmente tambi�n me interesaron otras cosas, que a�n me interesan y dem�s cosas nuevas.

Ayer vi Forrest Gump y me gust�.

Estaba pensando que ellos no quieren que seas amable sino que seas t� mismo, pero el t� mismo puede ser amable tambi�n. Pero si siempre haces lo que ellos... pero debes dejar que tus amigos vean qui�n eres, qu� quieres, c�mo reaccionas, y todo eso en el instante.

Lo que la gente dice. Quiz�s este cuento de Don Juan Manuel explique algo:

DE LO QUE LE SUCEDIO A UN HOMBRE

BUENO CON SU HIJO

Una vez hablando el conde Lucanor con Patronio, su consejero, le dijo que estaba muy preocupado y en gran apuro por una cosa que quer�a hacer; pues, si llegaba a hacerla, sab�a muy bien que muchas gentes le criticar�an, y si no la hac�a, estaba convencido de que tambi�n le podr�an criticar, y con raz�n. Despu�s de haberle explicado el asunto, le rog� a Patronio que le dijera qu� deb�a hacer.

- Se�or conde Lucanor - respondi� Patronio -, bien s� que encontrar�is muchos que os podr�an aconsejar mejor que yo, y que Dios os ha dado muy buen entendimiento, de tal manera que mi consejo os hace poca falta; pero, pues lo quer�is, os dir� lo que creo que deb�is hacer.

Se�or conde Lucanor, mucho me gustar�a que atendierais a un ejemplo de una cosa que sucedi� una vez con un buen hombre y su hijo. El conde le rog� que le dijera qu� le hab�a sucedido, y Patronio le dijo: -Se�or, hab�a una vez un labrador honrado que ten�a un hijo que, aunque era muy joven, era de agud�simo entendimiento. Cada vez que su padre quer�a hacer alguna cosa, �l le se�alaba los inconvenientes que

pod�a tener, y, como son muy pocas las cosas que no los tienen, de esta manera le apartaba de hacer muchas cosas que le conven�an. Hab�is de saber que los

mozos m�s inteligentes son los que est�n m�s expuestos a hacer lo que menos les conviene, pues tienen entendimiento para empezar lo que luego no saben c�mo terminar, por lo que, si no se les aconseja, yerran muchas veces. As�, aquel mozo, por su sutileza de entendimiento y falta de experiencia, imped�a que su padre hiciera muchas cosas que ten�a que hacer.

Cuando el padre hab�a pasado ya mucho tiempo en esta situaci�n, decidi� darle un ejemplo de c�mo deb�a hacer las cosas. Y esto por varias razones: una, por los perjuicios que recib�a por lo que su hijo no le dejaba hacer; otra, por lo que le fastidiaban las cosas que su hijo dec�a y, sobre todo, especialmente, por aconsejarle. Y para el lo hizo lo que ahora oir�is. Este hombre y su hijo eran labradores y viv�an cerca de una villa. Un d�a de mercado, le dijo el padre a su hijo que fueran los dos a comprar algunas cosas que necesitaban. Para lo cual llevaron una bestia. Camino del mercado, yendo ambos a pie con la bestia sin carga, encontraron a unos hombres que ven�an de la villa adonde ellos iban. Cuando, despu�s de saludarse, se separaron los unos de los otros, aquellos hombres

que encontraron empezaron a decir entre ellos que no parec�an muy sensatos ni el padre ni el hijo, pues llevando la bestia sin carga y ellos iban a pie. El labrador, despu�s de oir esto, pregunt� a su hijo qu� le parec�a lo que aqu�llos dec�an. El mozo le respondi� que cre�a que ten�an raz�n, ya que no era natural que yendo la bestia sin carga, fueran ellos a pie. Entonces mand� el honrado labrador a su hijo que montara en la bestia. Yendo as� por el camino, encontraron a otros hombres que, al separarse de ellos, dijeron que no estaba bien que el honrado labrador fuera a pie, siendo viejo y cansado, mientras su hijo que, por ser mozo, pod�a sufrir mejor los trabajos, iba cabalgando. Pregunt� entonces el padre al hijo qu� le parec�a lo que �stos

dec�an. Contest� el mozo que ten�an raz�n. En vista de ello, le mand� que bajara de la bestia y se subi� �l a

ella. Al poco rato tropezaron con otros, que dijeron que iba contra la raz�n dejar ir a pie al mozo, que era

tierno y que a�n no pod�a sufrir las fatigas, mientras el padre, acostumbrado a ellas, iba montado en la bestia. Entonces le pregunt� el labrador a su hijo qu� opinaba de esto. Respondi�le el joven que, seg�n su opini�n, dec�an la verdad. Al oirlo su padre, le mand� que se subiese �l tambi�n en la bestia, para no ir a pie ninguno de los dos.

Yendo de este modo, encontraron a otros que empezaron a decir que la bestia que montaban estaba tan flaca que apenas pod�a andar ella sola, y que era un

crimen ir los dos subidos en ella. El honrado labrador pregunt� a su hijo qu� le parec�a lo que aquellos dec�an. Respondi�le el hijo que era muy cierto lo que dec�an. Entonces el padre replic� de este modo:

- Hijo, piensa que cuando salimos de casa y ven�amos a pie y tra�amos la bestia sin carga ninguna, t� lo aprobaste. Cuando encontramos gentes en el camino que lo criticaron y yo te mand� montarte en la bestia y

me qued� a pie, tambi�n lo aprobaste. Despu�s tropezamos con otros hombres que dijeron que no estaba bien y, en vista de ello, te bajaste t� y me mont� yo y t� dijiste que aquello era lo mejor. Y porque los que encontramos despu�s nos lo criticaron, te mand� subir en la bestia conmigo; entonces dijiste que era mejor esto que ir t� a pie y yo solo montado en la bestia.

Ahora, estos dicen que no hacemos bien en ir los dos montados y tambi�n lo apruebas. Pues nada de esto puedes negar, te ruego que me digas qu� es lo que podemos hacer para que la gente no pueda criticar lo que hacemos: ya nos criticaron ir los dos a pie, ir t�

montado y yo a pie, ir yo montado y t� a pie, y ahora nos critican ir los dos montados. F�jate bien que tenemos que hacer alguna de estas cosas, y que todas ellas las critican. Esto te ha de servir para aprender a conducirte en la vida, y debes estar seguro de que nunca

har�s nada que le parezca bien a todo el mundo, pues si haces una cosa buena, los malos, y adem�s todos aqu�llos a quienes no beneficie, la criticar�n, y si la haces mala, los buenos, que aman el bien, no podr�n aprobar lo que hayas hecho mal. Por tanto, si t� quieres hacer lo que m�s te convenga, haz lo que creas que es mejor y que te beneficia, con tal de que no sea

malo y en ning�n caso lo dejes de hacer por miedo al qu� dir�n, pues la verdad es que las gentes dicen lo primero que se les ocurre, sin pararse a pensar en lo que nos conviene.

Y a vos, se�or conde Lucanor, pues me ped�s consejo sobre esto que quer�is hacer, pero que tem�is que os critiquen, aunque est�is seguro de que tambi�n lo har�n si no lo hac�is, os doy este consejo: que antes de ponerlo por obra mir�is el da�o o el provecho que os pueda venir, y que, no fi�ndoos de vuestro criterio y teniendo cuidado de que no os enga�e la fuerza del

deseo, busqu�is el consejo de los que son inteligentes, fieles y capaces de guardar secreto. Y si no encontr�is

tales consejeros, no tom�is decisiones muy apresuradas, y, si no son cosas que corren prisa, dejad pasar por lo menos un d�a y una noche. Si ten�is esto en cuenta, os aconsejo que no dej�is de hacer lo que m�s os convenga por temor a lo que las gentes puedan decir.

El conde tuvo por buen consejo �ste de Patronio, lo puso por obra y le sali� muy bien. Cuando don Juan oy� este cuento, lo mand� poner en este libro y escribi� estos versos, en los que se encierra la moraleja del cuento:

No dejes de hacer lo que te es conveniente y no hagas otra cosa, aunque hable la gente. El qu� dir�n, frase hecha: lo que dicen o pueden decir los dem�s.

El conde Lucanor: libro que le� en Literatura Espa�ola.

 

 

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