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4:23 p.m. - 2003-08-29
La ira
Fecha: lunes 25 de agosto de 2003

� CNI en L�nea.- �Lugares Comunes�

Por Cecilia Guadarrama

Bien lo sab�is.

Vendr�n por ti, por m�, por todos, y tambi�n por ti.

Aqu� no se salva ni Dios; lo asesinaron.

Blas de Otero, �Me llamar�n�

Recuerde por un momento el enojo m�s fuerte que haya tenido en su vida. Bien, ahora multipl�quelo por un mill�n, y a�n as� estar� muy lejos de entender c�mo es la sintomatolog�a del virus que, en la m�s reciente pel�cula del cineasta Danny Boyle, �Exterminio�, arrasa con los humanos en el Londres del siglo XXI.

Es la ira en un grado letal, en donde el hombre ataca al hombre y lo aniquila sin miramientos, sin armas ni motivos, o quiz� el �nico es que no se est� infectado.

Mi intenci�n no es hacer una cr�tica al filme �que no est� por dem�s que lo vea, vale la pena como cinta de terror-, sino hacer un alto en la lectura constante de esa condici�n humana, que por m�s que se escriba, se lea, y se est� reflexionando constantemente sobre ella, en lugar de desaparecer civilizadamente, es la misma civilizaci�n la que est� foment�ndola.

Martes 19 de agosto (otra vez martes, como el 11 de septiembre del 2001). En Irak no cesa la incertidumbre por m�s que el �glorioso� ej�rcito estadounidense alegue que todo est� bien. Un carro lleno de explosivos detona frente a la sede de la Organizaci�n de las Naciones Unidas y mata a 24 personas y deja heridas por lo menos a 70 m�s. La ira de los grupos que se resisten a ser modernamente conquistados por el Occidente que ingleses y norteamericanos quieren imponer, en aras de la paz y contra el peligro que representa Sadam Hussein, dicen �muy a su estilo- que la guerra, la incomprensible e ileg�tima todav�a a cinco meses de iniciada, a�n dista mucho de terminar.

Horas despu�s, cerca de all� (territorialmente hablando) un palestino ataviado como jud�o ortodoxo se sube a un autob�s repleto de gente que busc� momentos antes, en el Muro de las Lamentaciones, un remanso en la violencia que se huele, se come y se avista en Israel y Palestina. Pum. El resultado: varios ni�os y adultos muertos, 20 en total, ambulancias, sangre, respiraci�n artificial, bolsas blancas con cad�veres de inocentes, de gente que tal vez habr�a pedido que sus gobiernos por fin se pongan en paz. La ira, ancestral y moderna, de nuevo cobra una nueva factura de tantas que faltan en Medio Oriente.

Ese mismo martes, dos grupos de comerciantes ambulantes en el Centro Hist�rico del Distrito Federal, que han hecho de las aceras sus peleas cotidianas, deciden que los gritos y las mentadas de madre, el perpetuo antagonismo, no son suficientes para repartirse la calle de Bolivia y recurren a los palos, los tubos, las pistolas, el anonimato. Una bala en el cr�neo mata al esposo de la lideresa Mar�a Rosete, y de inmediato el conflicto toma dimensiones de guerra civil. La ira, de nuevo, transformada en el motivo �ltimo que tira a la basura las razones, los argumentos y la convivencia diaria.

Todo eso en un d�a �normal�.

No tiene caso hacer recuentos ni ejemplos, pues faltan muchos y sobran m�s. La intolerancia que lleva al enojo extremo es, ha sido y ser� ese mal que poco a poco finiquita la raz�n y por consiguiente, al hombre. Lo preocupante es que paso a paso, muerte a muerte, nos estamos acercando a la aniquilaci�n total, no f�sica en un primer momento, pero s� an�mica, moral. Y el primer s�ntoma, el que nos dice que ya estamos infectados, es la indiferencia.

Los sucesos que acabo de enumerar, en los medios, son noticia, rating, venta segura de diarios o audiencia cautiva con las mejores im�genes. Nos hemos acostumbrado con una ligereza aterradora a decir cifras de cad�veres como quien cuenta manzanas en un cesto. Pero no nos indigna porque no nos pasa a nosotros, porque, como dice Susanita, la fr�vola amiguita de Mafalda, �el mundo queda tan, tan lejos�.

Sin embargo, �qu� pasa si alguien osa pisar nuestros terrenos, cerr�rsenos en la calle, empujarnos, estar en desacuerdo con nuestra visi�n del mundo? Desear�a mucho poder escribir que la mayor�a de las veces hay dos segundos de paciencia que pueden cambiarlo todo. Pero no, la ira ya ha entrado en nuestras venas, chiquita, invisible, tanto que la confundimos con mal genio o impaciencia. La mala sangre, sin motivo aparente �mas que defender nuestro punto de vista, nuestro espacio, nuestra vida- se magnifica.

Si juntamos esas malas sangres con un motivo mucho m�s poderoso que la supervivencia cotidiana, que a su vez es compartido por una colectividad, entonces (guardando sus debidas proporciones) estamos fritos, porque suceden cosas como los �conflictos� diarios de esta ciudad, este pa�s, este mundo. Y si a eso le sumamos que en alg�n lugar de la Tierra �alguien� est� desarrollando maneras m�s perfectas de matar, entonces, el destino est�, ahora s�, marcado por una cruz.

Lamentablemente esto no va a cambiar porque yo lo diga, ni porque otro m�s lo comparta. En lo que s� tengo fe es que hay gente que s� se toma ese par de segundos para respirar calmadamente y no soltar un pu�etazo, por lo que apelo a que esos ejemplares en v�as de extinci�n tengan el poder, en los gobiernos, en las organizaciones sociales, en casa, en uno mismo, para que esa cinta que ahora aterroriza a la Ciudad de M�xico se quede en lo que es, en el mero terreno de la ficci�n.

Nos leemos.

Comentarios: [email protected]

ACG-Redacci�n.

*Tomado de http://www.cnienlinea.com/notas/47_15.html

 

 

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