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2:57 a.m. - 2005-09-02
Liberar el fondo de bondad
Durante largos a�os, el fil�sofo Paul Ric�ur, de tradici�n protestante, tuvo la costumbre de venir a Taiz�. Falleci� el viernes 20 de mayo de 2005 a la edad de 92 a�os.
Damos aqu� el texto de la carta que el hermano Roger dirigi� a la familia de Paul Ric�ur el d�a siguiente de su muerte.
Los siguientes extractos provienen de una conversaci�n durante su estancia en Taiz� en la Semaine Santa del 2000.
Taiz�, 21 de mayo de 2005

A la familia como a todos los que quisieron a Paul Ric�ur, quisiera decirles que, junto con mis hermanos, compartimos su pena, en la confiada espera de nuestra resurrecci�n.

Paul Ricoeur vino a Taiz� en varias ocasiones a lo largo de estos �ltimos cincuenta a�os. Apreci�bamos mucho su amplia cultura, su capacidad de expresar los valores del Evangelio en las situaciones de hoy en d�a. Con frecuencia nos ayud� a reflexionar y en m�s de una ocasi�n lo citaba en las cartas a los j�venes, algunas expresiones muy fuertes que hab�a formulado sobre temas importantes para nosotros, tales como el sentido y el origen del mal. Un d�a nos dijo las siguientes palabras: �Por muy radical que sea el mal, �ste nunca ser� tan profundo como la bondad. �

Hoy junto a vosotros quisiera rezar: T�, el Cristo de compasi�n, nos concedes permanecer en comuni�n con Paul Ric�ur, al igual que con todos aquellos que nos han precedido y que permanecen muy cerca de nuestros corazones. Ellos ya contemplan lo invisible. Tras sus pasos, t� nos preparas para acoger un destello de tu claridad.

Junto a vosotros, en profonda comuni�n.

Os expreso la confianza de mi coraz�n - hermano Roger, de Taiz�

Irrupciones de bondad

�Qu� es lo que vengo buscando en Taiz�? Dir�a que una clase de experimentaci�n con lo que m�s profundamente creo. Es decir, aquello que generalmente se llama religi�n tiene que ver con la bondad... Est� un poco olvidado, de modo particular en varias tradiciones del cristianismo. Quiero decir que hay un cierto tipo de estrechez, de encierro sobre la culpabilidad y el mal. No es que subestime ese problema, el cual me ha tenido ocupado mucho durante varias d�cadas. Pero lo que necesito verificar, de alg�n modo, es que por muy radical que sea el mal, �ste nunca ser� tan profundo como la bondad. Y si la religi�n, las religiones, tienen un sentido, es el de liberar el fondo de bondad de los seres humanos, ir en su b�squeda all� donde se encuentra completamente enterrado. Ahora bien, aqu� en Taiz�, veo irrupciones de bondad en la fraternidad entre los hermanos, en su hospitalidad tranquila, discreta, y en la oraci�n, donde veo miles de j�venes que no tienen la articulaci�n conceptual del bien et del mal, de Dios, de la gracia, de Jesucristo, pero que tienen un tropismo fundamental hacia la bondad.

El lenguaje de la liturgia

Estamos agobiados por los discursos, por las pol�micas, por el asalto de lo virtual. En la actualidad, hay como una zona opaca, y hay esa certeza profunda que liberar, a anunciar: la bondad es m�s profunda que el mal m�s profundo. No s�lo hay que sentirlo, sino darle un lenguaje, y el lenguaje que se da en Taiz� no es el lenguaje de la filosof�a, ni tampoco de la teolog�a, sino el lenguaje de la liturgia. Y para m�, la liturgia, no es simplemente acci�n, es un pensamiento. Hay una teolog�a escondida, discreta, en la liturgia, que se resume en esa idea que �la ley de la oraci�n, es la ley de la fe�.

De la protestaci�n � la atestaci�n

Dir�a que la cuesti�n del pecado ha sido como desplazado del centro por una cuesti�n, en un sentido quiz�s m�s grave, que es la cuesti�n del sentido y del sin sentido, de lo absurdo. (�) Somos de la civilizaci�n que efectivamente a matado a Dios, es decir, que ha hecho prevalecer lo absurdo y el sin sentido por encima del sentido. Pienso que ah� se encuentra una protestaci�n profonda, y empleo la palabra protestaci�n por ser pr�xima a la atestaci�n. Dir�a que la atestaci�n, en estos momentos, procede de la protestaci�n, y que la nada, lo absurdo, la muerte, no tienen la �ltima palabra. Y ello llega entonces a unirse con mi cuesti�n sobre la bondad, porque la bondad no es solamente la respuesta al mal, sino que tambi�n es la respuesta al sin sentido. En protestaci�n se encuentra la palabra testis, testigo; se �pro-testa�, pero antes de que se pueda �a-testar�, y dir�a que en Taiz�, se hace el camino de la protesta a la atestaci�n, y este camino pasa por lo que dec�a hace un momento: la ley de la oraci�n, la ley de la fe. Porque la protesta se encuentra enlo negativo todav�a: se dice no al no. Y ah�, es preciso decir s� al s�. Existe, pues, un movimiento de b�scula de la protesta a la atestaci�n. Y pienso que ello se realiza a trav�s de la oraci�n. Me he conmovido mucho esta ma�ana, por los cantos, esas oraciones en forme de vocativos: �Oh Cristo� �. Esto quiere decir que no nos encontramos ni en lo descriptivo, ni en lo prescriptivo, �sino en lo exhortativo y en la aclamaci�n! Y pienso que aclamar la bondad es el himno fundamental.

��Qui�n nos ense�ar� la felicidad?�

Me gusta la palabra felicidad. Por mucho tiempo pens� que era o bien demasiado f�cil, o bien demsiado dif�cil hablar de la felicidad. Pero super� dicho pudor. O m�s bien lo profundic� tal pudor ante la palabra felicidad. La tomo con toda la variedad de sus significados, incluso el de las Bienaventuranzas. Dir�a que la f�rmula de la felicidad es: �Felices quienes� � La felicidad la saludo entonces como precisamente un �re-conocimiento�, en los tres sentidos de la palabra: la reconozco como m�a, la apruebo en el otro, y muestro gratitud por lo que he conocido, esas peque�as dichas, entre ellas las de la memoria, para curarme de las desgracias del olvido. Y es ah� donde act�o a la vez como fil�sofo, nutrido por los griegos, y como lector de la Biblia y del Evangelio, donde se puede seguir el recorrido de la palabra felicidad, pero en los dos registros. Porque lo mejor de la filosof�a griega es una reflexi�n sobre la felicidad, la palabra griega eudeimon � se ha hablado del eudemonismo filos�fico en Plat�n, en Arist�teles �, y me encuentro de igual modo muy bien con la Biblia. Pienso s�bitamente en inicio del salmo 4 : ��Qui�n nos ense�arar� la felicidad?� Es una cuesti�n un poco ret�rica, pero que tiene su respuesta en las Bienaventuranzas. Y las Bienaventuranzas es el horizonte de felicidad de una vida bajo el signo de la bondad, pues la felicidad no es sencillamente lo que no tengo, lo que espero tener, sino tambi�n lo que he gustado.

Tres figuras de la felicidad

Reflexionaba recientemente acerca de las figuras de la felicidad en la vida. Dir�a que, respecto a la creaci�n, sobre este bello paisaje que se encuentra ante m�, la felicidad es la admiraci�n. Y una segunda figura es en relaci�n con los dem�s, en el reconocimiento de los dem�s, y sobre el modelo nupcial del Cantar de los cantares: es el j�bilo. Finalmente existe una tercera figura de la felicidad, dirigida hacia el futuro, es �la expectaci�n� : espero a�n algo de la vida. Espero tener el coraje ante la desgracia que no conozco, pero espero encontrarme con m�s felicidad a�n. Empleo la palabra �expectaci�n�, podr�a emplear otra, pienso en la primera carta a los Corintios, en el cap�tulo que precede al famoso cap�tulo 13 sobre la caridad que comprende todo, que excusa todo, etc. El cap�tulo previo comienza por: �Aspirad al mayor don.� �Aspirad, aspirad�. Dir�a, pues, que se trata de la felicidad de la aspiraci�n qui completa la felicidad del j�bilo y la felicidad de la admiraci�n..

Un servicio gozoso

Aqu�, lo que me impresiona en primer lugar en todos los peque�os oficios cotidianos de liturgia, en los encuentros de toda clase, las comidas, las conversaciones, es la ausencia completa de relaciones de dominaci�n. A veces tengo la impresi�n de que, en esa especie de exactitud paciente y silenciosa de todos los actos de los miembros de la comunidad, todo el mundo obedece sin que nadie mande. De ello resulta una impresi�n de servicio gozoso, de obediencia amante, s�, de obediencia amante, que es lo contrario a una sumisi�n y todo lo contrario a una errancia. Este camino, que resulta generalmente estrecho entre lo que acabo de llamar sumisi�n y errancia aqu� se encuentra ampliamente se�alado por la vida comunitaria. Ahora bien, los participantes �no los que asisten, sino quienes participan�, como creo haberlo sido yo aqu�, es eso de lo que nos beneficiamos. Nos beneficiamos de esa obediencia amante que precisamente tenemos respecto al ejemplo dado. La comunidad no impone una clase de modelo intimidante, sino, �c�mo dir�a?, una clase de exhortaci�n amistosa. Me agrada esa palabra de exhortaci�n porque no nos encontramos en el �mbito del mandamiento, y menos a�n de la coacci�n, pero tampoco nos encontramos en el �mbito de la confianza y de la indecisi�n, algo que hoy forma parte de la vida de los oficios, en la vida urbana, en el trabajo como en los tiempos de esparcimiento. Es esa tranquilidad compartida la que para m� representa la felicidad de la vie junto a la comunidad de Taiz�.

Fuente: Taiz�

 

 

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