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3:31 p.m. - 2005-02-05
Acepta tripulantes en tu embarcaci�n...
Algunos estamos m�s heridos que otros... -Around the bend EL BARCO EBRIO Cuando descend�a los R�os impasibles, no me sent� guiado por los sirgadores: los Pieles Rojas chillones los hab�an tomado por blancos, habi�ndolos clavado desnudos en postes de colores. Me eran indiferentes todas las tripulaciones, carguero de trigos flamencos o algodones ingleses. Cuando con mis sirgadores termin� ese alboroto, adonde yo quer�a ir me dejaron descender los R�os. En los chapoteos furiosos de las mareas, yo, el otro invierno, m�s sordo que los cerebros de los ni�os, �corr�! Y las Pen�nsulas desamarradas no han sufrido caos m�s triunfantes. La tempestad ha bendecido mis despertares mar�timos. M�s ligero que un corcho he bailado sobre las olas a las que llaman rodadoras eternas de v�ctimas, �diez noches, sin a�orar el ojo memo de los faros! M�s dulce que para los ni�os la carne de manzanas �cidas, el agua verde penetr� en mi c�scara de abeto y de manchas de vinos azules y v�mitos me lav�, dispersando tim�n y rez�n. Y desde entonces, me he ba�ado en el Poema del Mar, infundido de astros, y casi lechoso, devorando los azures verdes; flotaci�n l�vida y arrebatadora, un ahogado pensativo a veces desciende. Donde, tintando de golpe las azulinas, delirios y ritmos lentos bajo las rutilancias del d�a m�s fuerte que el alcohol, m�s vastas que nuestras liras, �fermentan las rubicundeces amargas del amor! Yo conozco los cielos raj�ndose en rel�mpagos, y las trombas y las resacas y las corrientes: yo conozco la tarde, el Alba exaltada como un pueblo de palomas, �y he visto algunas veces lo que el hombre ha cre�do ver! He visto al sol bajo, manchado de horrores m�sticos, iluminandolargos co�gulos violetas, parecidos a actores de dramas antiqu�simos �las olas rodando a lo lejos sus temblores de �labes! He so�ado la noche vrede de nieves delumbrantes, besar subiendo los ojos de los mares con lentitudes, la circulaci�n de sabias inauditas, �y el despertar amarillo y azul de f�sforos cantores! He seguido, meses enteros, semejante a vaquer�as hist�ricas, al oleaje en el asalto de los arrecifes, �sin pensar que los pies luminosos de Mar�as pudieran forzar el mono de Oc�anos asm�ticos! �He chocado, �sab�is?, contra incre�bles Floridas mezclando a las flores ojos de panteras con pieles de hombres! �Arco iris tensos como bridas bajo el horizonte de los mares, en glaucon reba�os! He visto fermentar los marjales enormes, nasas donde se pudre en los juncos �todo un Leviat�n! �Derrumbamientos de aguas en medio de bonanzas, y las lejan�as hacia los abismos en cataratas! Glaciares, soles de plata, olas nacaradas, �cielos de brasas!, encalladuras ocultas al fondo de golfos oscuros donde las serpientes gigantes devoradas por los chinches caen, ��rboles torcidos, con negros perfumes! Yo hubiera querido mostrar a los ni�os estos dorados del oleaje azul, estos peces de oro, estos peces cantantes. -Espumas de flores han mecido mis fugas de las radas e inefables vientos me han alado por instantes. A veces, m�rtir cansado de los polos y zonas, el mar cuyo sollozo hac�a mi balanceo suave, sub�a hacia m� sus flores de sombra con ventosas amarillas y yo me quedaba, igual que una mujer de rodillas... Casi isla, bamboleando sobre mis bordes las querellas y el esti�rcol de p�jaros ladradores de ojos rubios. Y yo bogaba, cuando a trav�s de mis lazos fr�giles los ahogados bajaban a dormir, �a reculones! Y yo, barco perdido bajo los cabellos de las ensenadas, arrojado por el hurac�n en el �ter sin p�jaro, yo cual los Monitorer y los veleros de las Hanses no hubieran pescado el esqueleto borracho de agua; Libre, humeante, montado por brumas violetas, yo que horadaba el cielo enrojecido como un muro que lleva, confitura exquisita para los buenos poetas, l�quenes de sol y mocos de azur; que corr�a, salpicado de l�nulas el�ctricas, plancha loca, escoltado por hipocampos negros, cuando los julios hac�an hundirse a garrotazos los cielos ultramarinos de ardientes entonelamientos; yo que temblaba, oyendo gemir a cincuenta leguas el celo de los B�h�mots y los Maelstroms espesos, hilador eterno de inmovilidades azules, �a�oro la Europa de los antiguos parapetos! �Yo he visto archipi�lagos siderales! e islas en las que los cielos delirantes est�n abiertos al remero: -�es en estas noches sin fondo cuando duermes y te exilas, mill�n de p�jaros de oro, oh futuro Vigor? �Pero, cierto, que mucho he llorado! Las Albas son dolorosas. Toda luna es atroz y todo sol amargo: el acre amor me ha hinchado torpores embriagantes. �Oh que mi quilla estalle! �Oh que desaparezca en el mar! Si yo deseo un agua de Europa, es la de la charca negra y fr�a donde hacia el crep�sculo embalsamado un ni�o en cuclillas lleno de tristezas, suelta un barco fr�gil como una mariposa de mayo. Yo ya no puedo, ba�ado por vuestras languideces, oh olas, seguir la estela de los cargueros de algodones, ni atravesar el orgullo de las banderas y los gallardetes, ni nadar bajo los horribles hojos de los pontones. Jean-Arthur Rimbaud, poeta franc�s (1854-1891).
A veces, hasta los barcos nos hablan:
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