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4:06 a.m. - 2006-07-09 El cangrejo necesita despertar ya de esta manera y no de otra, la ya conocida, la ya trazada, la que en sus huellas esconde l�grimas in�tiles sin reclamo ni decoro. No inventes wey, dilo y listo. �Para qu� buscar la mejor palabra o la posici�n m�s alta ante el aparante resguardo de las olas? El gesto es siempre bien le�do y cuenta, como cuentan los puntos que hombro a hombro alargamos en nuestro haber. Sopresas por favor, de un rumbo diferente, so, presa de sorpresa, no hay anhelos que no sepan bien que la derrota conduce al mismo punto de salida. Derrota que ser� victoria, dir�an unos, a larga. Pero no encuentro a tal mujer de pronunciados cent�metros verticales, su tragedia es desaparecer justo en el acto en que los telones, supuestamente, deber�an unirse con el cielo mutante de condiciones azules. Cuentan las buenas observadoras que los hombres, los varones, los adolescentes en su andar grasoso, los detectives de la vagina, los magos que sacan mangas torpes, esos mismos adelantan lo que el cangrejo en su migraci�n, son los delfines de remota voluntad brillante. El t�mido mira a la bella como a una musa inalcanzable, cuando la otra s�lo pide saludos cordiales y desencantos m�s hermosos que lo irreal. El introvertido no acepta la humanidad de la otra. Declara, ante viento y marea, que las ilusiones son tambi�n de carne y hueso. Craso error. Por otro lado, el extrovertido, fatigado de acercar y doblegar las cruces que conforman la especia confrontada, evade impuestos y corrompe almas. Sus primeras atenciones se convierten en mitos que s�lo ella cree verdad. Sorpresas por favor. Sorpresas ante un mundo que exige palabras, comunicaci�n de lo vivido, simple y llana verbalizaci�n de unas gracias inmaculadas. Qu� te cuesta decir gracias, con el coraz�n. Poema, ensayo, novela o cuasi novela, dicen unos que los cangrejos prefieren los caminos largos que con el tiempo se convierten en laberintos sin soluci�n ni ant�doto. Aunque, como en toda emigraci�n, el cangrejo mira hacia los lados, observando frutos que le recordar�n un trazo de vuelta. Pero el cangrejo es necio y s�lo conoce las vueltas que cruzan los abismos sin retorno. Y as� es como el animal con gracioso caminar, admite estar enamorado de un silencio permanente.
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