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12:11 p.m. - 2007-07-10
Entre maravillas
Carlos Emiliano Vidales Gonz�lez/Colaboraci�n especial
Jueves 5 de Julio de 2007

Desde hace meses hemos sido convocados a participar en la votaci�n por las Siete Nuevas Maravillas del Mundo y todos, entusiasmados con la idea de que una de esas pueda ser el sitio arqueol�gico de Chich�n Itz�, acudimos al llamado de la votaci�n; sin embargo, despu�s de que la Organizaci�n de las Naciones Unidas para la Educaci�n, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) se deslindar� de la campa�a comercial de las Siete Nuevas Maravillas del Mundo, con lo que nos quedamos es con la sospecha de la naturaleza del evento. La idea de semejante organizaci�n ha sido propuesta e impulsada por el magnate suizo Bernard Weber, quien adem�s de incrementar sustancialmente su fortuna con el evento ha demostrado lo sencillo que es comercializar a trav�s de un discurso que hace alusi�n a los fundamentos de toda sociedad, su cultura.

Despu�s lo que aparece en escena es simple un despliegue comercial sin fronteras, un inter�s monetario sobre un inter�s cultural y la indiferencia hacia el deterioro de la �maravilla del mundo� en aras de una maximizaci�n del lucro econ�mico. Lo maravilloso es la participaci�n de gobierno, empresas y ciudadan�a en semejante teatro, el cual ya est� totalmente fuera de nuestro alcance, sigui� el camino para el que fue dise�ado, el camino del inter�s comercial.

El peri�dico La Jornada ya ha apuntado que la costosa publicidad que patrocinan Telmex, Coca-Cola y Pemex, con el respaldo abierto de la Presidencia de la Rep�blica y la Secretar�a de Hacienda y Cr�dito P�blico opac� las voces de especialistas que alertaron sobre el riesgo que entra�ar�a el incremento de visitantes en Chich�n Itz�, pero m�s all� de los intereses comerciales y el respaldo de gobierno, lo que a nosotros nos llama la atenci�n es la participaci�n de la sociedad en la escenificaci�n. Movidos por las nociones m�s profundas del orgullo nacional sobre nuestros or�genes ancestrales y por la necesidad de mostrarle al mundo nuestra riqueza �cultural�, estamos dispuestos a vender lo que sea, no s�lo sin importar su deterioro, sino sin importar su propia historia. Quiz� lo m�s desconcertante sea el hecho de que al lado de una maravilla del mundo se encuentre una realidad global o por lo menos nacional, es decir, poblaciones aleda�as en donde los habitantes sobreviven en condiciones duras y con un alto �ndice de desempleo, seg�n lo afirm� el arque�logo y director de Chich�n Itz�, Eduardo P�rez de Heredia.
Ya es de todos conocido el fen�meno de ese nacionalismo enmascarado y oculto debajo de la piel esperando a ser llamado a la superficie por alg�n evento que nos una como mexicanos, pero la parte comercial ha roto las fronteras de lo nacional para ponernos a competir por las culturas, por las historias y, finalmente, por los monumentos. �Qu� obtenemos si ganamos? Primero, una fuerte suma de dinero y, despu�s, el prestigio internacional o, mejor dicho, el reconocimiento internacional.

Pareciera que necesitamos visibilidad, que nos miren, ser parte del recuento universal de la historia y de la cultura. Parecemos necesitar que nos visualicen en los libros, en la imaginaci�n, en las gu�as de turistas o por lo menos que se nos nombre con respeto. As� que las televisoras nacionales ya comenzaron con el espect�culo y nos transmiten sus noticias desde el coraz�n mismo de nuestra cultura, ya preparan sus documentales con sus recuentos hist�ricos y con toda la parafernalia que permite la tecnolog�a del siglo XXI. Finalmente somos visibles ante el mundo entero.

Ojal� que ganemos uno de esos siete prestigiados lugares que se pelean, porque parece que en realidad lo necesitamos para movilizar aunque sea la memoria. Necesitamos de esa visibilidad, que nos reconozcan no como �el otro� que es espectador, sino como el actor en la historia del mundo. De no ser as�, m�s de uno se sentir� defraudado, culturalmente derrotado ante las otras maravillas, opacado nuevamente ante la invisibilidad de su propia naturaleza y confundido de vivir en un pa�s sin maravilla alguna.

Parece que la cultura sigue necesitando de eventos comerciales para ser reconocida o, por lo menos, para que se hable de ella. Pero, �de verdad necesitamos hablar de ella? Uno pensar�a que bastar�a con vivir en ella, pero claro, necesitamos que alguien m�s la reconozca. Quiz� alguien deber�a proponerla por lo menos como maravilla nacional, as� algunos se acordar�an, de vez en cuando, de que existe.

 

 

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