Get your own
 diary at DiaryLand.com! contact me older entries

2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014

12:58 a.m. - 2013-06-30
Cap�tulo seis: La resurrecci�n
Louis Evely

EN UN MUNDO profundamente transformado es necesario que se renueve la obra caracter�stica del Esp�ritu Santo: que cada cual oiga a la iglesia cat�lica hablarle en su propia lengua, que nuestro tiempo experimente la sorpresa de escuchar una gozosa nueva proclamada en su lenguaje, en su mentalidad, con sus aspiraciones.

Es re�rse de las gentes, proponerles la ascensi�n tomo una traves�a entre nubes, el descenso a los infiernos como una exploraci�n espeleol�gica y el sentarse a la derecha del Padre como el ceremonial de una investidura divina.

Representar la resurrecci�n de Cristo como la imagen de un cad�ver que sale de una tumba es evidentemente la tentaci�n inevitable de una catequesis primitiva, pero tropieza con tan graves objeciones hist�ricas, filos�ficas y teol�gicas que nos vemos obligados a expresarla de otro modo si queremos que las gentes avisadas nos escuchen.

�Por qu� ha de ser necesaria la fe para constatar la identidad de un cad�ver reanimado? La resurrecci�n no es un �retorno a la vida� -�ser�a poco deseable y no preparar�a m�s que un retorno a la muerte�; es la entrada en una vida distinta, expresa la glorificaci�n de Cristo, su ascensi�n a la esfera de la existencia divina. Pero entonces, �qu� prueba hist�rica, qu� experiencia podr�a concebirse para atestiguar un hecho as�? Si un cuerpo espiritual se presenta como tal no puede ser constatado ni reconocido; si se presenta como un cuerpo ordinario, pierde precisamente lo que quer�a hacer constatar, es un fantasma que no tiene realidad ni en un orden ni en el otro.

Pero vamos a ir mostrando todo esto m�s despacio.

Comencemos por distinguir, como en otros lugares, una interiorizaci�n de la resurrecci�n y una exteriorizaci�n.

Es un peligro permanente, y es la desgracia actual de la iglesia, confundir en todos los terrenos la interiorizaci�n y la exteriorizaci�n: es mucho m�s f�cil de definir un cristiano por el bautismo que por la fe y la caridad. Y, sin embargo, qu� es mejor: �Una fe sin bautismo o un bautismo sin fe? �Un amor sin matrimonio o un matrimonio sin amor? �Una misa sin comunidad o una comunidad sin misa?

Es lo que mata a tantos sacerdotes j�venes: sentir que se van haciendo funcionarios de lo sagrado, pasar el tiempo administrando el bautismo a ni�os cuyos padres no tienen fe. Casar parejas de las que no se sabe si se quieren de verdad ni si creen; dar la unci�n a enfermos ya inconscientes, enterrar ateos en la iglesia y celebrar misas para individuos yuxtapuestos, convocados bajo pena de pecado mortal.
Cristo emple� tres a�os en crear una comunidad y no celebr� m�s que una misa en toda su vida. Pero los sacerdotes celebran trescientas sesenta y cinco misas por a�o sobre comunidades ausentes.

La exteriorizaci�n, el rito, han ahogado la interiorizaci�n, la realidad.

�Cu�l es para vosotros, la interiorizaci�n de la resurrecci�n? Que Cristo es viviente y vivificante, que ha adquirido tal intensidad de vida que es capaz de unir a s� un cuerpo hecho de miembros innumerables animados por la vida misma.

�Y cu�l es la exteriorizaci�n que dese�is? ��ngeles? �Un temblor en la tierra? �Una aparici�n? �Cu�les son vuestras exigencias? Tom�s reclam� huellas dactilares; se entreg� a una verificaci�n judicial de identidad. �Es eso lo que os convencer� de la resurrecci�n de Cristo? Y a�n cuando su cad�ver hubiese sido reanimado durante algunos meses o a�os, �qu� inter�s tendr�a eso para nosotros, veinte siglos de distancia?

La exteriorizaci�n que hace Mateo es:

Y he aqu� que se produjo un gran temblor de tierra: el �ngel del Se�or descendi� del cielo, hizo rodar la piedra y se sent� sobre ella. Ten�a el aspecto del rel�mpago, y su ropa era blanca como nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos (Mt 28, 2-4).

Los antiguos exegetas conced�an gran importancia a estos testimonios. Los nuevos ven en ellos un lenguaje convencional. Jean Guitton afirma:

Mateo se esfuerza por contar (la resurrecci�n) con el colorido de los antiguos relatos b�blicos... Esas �maravillas� que nos admiran y que est�n en discordancia con la sobriedad y la verosimilitud del relato de Lucas y de Juan, para comprenderlas bien hay que adoptar, sin duda, la actitud de esp�ritu que ten�a Pablo ante el man� o ante la roca de Horeb; buscaba ante todo su significaci�n �t�pica�1.

Y el padre Benoit, profesor de la Escuela b�blica de Jerusal�n, escribe:

...Y as� las manifestaciones con las que solamente Mateo acompa�a la resurrecci�n presentan, por su relaci�n con las descripciones del D�a de Yahv�, una ense�anza m�s teol�gica que propiamente hist�rica2.

�M�s teol�gica que hist�rica! �Conoc�is acontecimientos que sean un poco menos hist�ricos que teol�gicos? �No valdr�a m�s decir que tal cosa no es hist�rica en absoluto? (Si, por una vez, los exegetas cat�licos tuvieran el valor de decir claramente lo que piensan... �Ser�a asombroso, pero a fin de cuentas muy saludable!).

La exteriorizaci�n de la resurrecci�n, para un hombre moderno, es haber experimentado que Cristo act�a en su vida, haber sido interpelado por esa palabra que habla como jam�s ha hablado hombre alguno, haberle visto hacerse vivo y aparecer en el �ltimo de los suyos.

Cuando se ha visto y se ha vivido esto, uno queda tan feliz, tan convencido, tan colmado que no desea nada m�s, y todo lo dem�s, los signos que enumeraba m�s arriba, en su comparaci�n parecen ni�er�as.

Verdaderamente, si nada hubiese ocurrido en el pasado, nada habr�a que experimentar en el presente. Pero si algo se ha producido �nicamente en el pasado, eso ya no nos interesa hoy. Hay que llegar a demostrar que la misma realidad se nos ofrece hoy, como se propuso a los ap�stoles en otro tiempo.

* * *

La cuesti�n fundamental, para nosotros, es la siguiente: �cre�is que los ap�stoles tuvieron de la resurrecci�n de Cristo otras pruebas que nosotros?

La mayor parte as� lo cree; creen que los ap�stoles gozaron de encuentros, de presencia de apariciones, de palabras, de comidas comunes de evidencias palpables Y nosotros que no hemos sido favorecidos con los mismos privilegios, no tenemos m�s que fiarnos de ellos

Pero si fuese as�, significar�a que nosotros creemos en su testimonio m�s que en Cristo resucitado, depender�amos de otros hombres no tendr�amos comunicaci�n directa con Dios; nuestra fe ser�a humana y no divina.

Confes�moslo: la primera vez que se oye decir esto �los ap�stoles no tuvieron otras pruebas de la resurrecci�n de Cristo que aquellas de que nosotros disponemos�, experimenta un sentimiento de ansiedad, y vienen ganas de decirse �Pues no deb�an estar muy seguros. Si ten�an una fe como la m�a, era bien d�bil y cambiante. Yo me apoyaba en ellos para reafirmarme, y mira por d�nde tengo que hacer el mismo trabajo, llegar a la misma certeza ellos, en lugar de descansar sobre su testimonio�.

Pero despu�s de este momento penoso, uno capta el otro lado de la cuesti�n: si disponemos de las mismas pruebas que los ap�stoles, s�lo depende de nosotros el fortificarlas y el multiplicarlas Si tuvi�semos que fiarnos su testimonio, estar�amos colgados del pasado y de un testimonio lejano Pero si depende de nosotros convencernos de la resurrecci�n de Cristo, abre ante nosotros un porvenir ilimitado. Y esta b�squeda de certeza no es ya una ardua y estudiosa encuesta hist�rica; coincide con nuestra tarea cotidiana, con nuestro deber apost�lico: ser testigo y hacer a los otros testigos de la resurrecci�n, �Los ap�stoles daban poderosamente testimonio de la resurrecci�n de Jesucristo� No hab�a pobres entre ellos�, relatan orgullosamente los Hechos de los ap�stoles. Nadie entre ellos falto de consideraci�n, de amigos, de cuidados, de ayuda, de dinero. Para que derrocasen as� las costumbres, abatiesen las barreras, transformasen las relaciones sociales, era necesario que les animase una nueva vida, que otro les inspirase, cosa que se hac�a de d�a en d�a m�s evidente para ellos y para los paganos de su alrededor.

�No hab�a pobres entre ellos�.

Es demasiado f�cil dejar el encargo de demostrar la resurrecci�n solamente a los ap�stoles, y entonces descans�is sobre ellos como se hace, demasiado a menudo, sobre el cumplimiento de un rito. Puede parecer humildad o piedad, pero es una abdicaci�n. Solamente a partir del momento en que os sent�s responsables, depositarios de la energ�a resucitante de Cristo, hab�is entrado en la verdad de este misterio y arrastr�is a �l a los dem�s. Es emple�ndolo como os convencer�is de ello. No se trata de memorizar los acontecimientos del pasado de verificar los atestados, de experimentar emociones religiosas. Hay que construir una comunidad que irradie nueva vida. Cuando se entra en esa realidad es cuando realmente se comienza a entrar en la resurrecci�n de Cristo.

* * *

�Qu� es la resurrecci�n? Para la mayor parte de los cristianos, parece una noci�n simple: un alma que reasume su cuerpo.

Esta idea es mucho m�s filos�fica que cristiana -se ha llamado al catolicismo �el platonismo de los pobres�-. Y sin embargo no es para revelar la inmortalidad del alma para lo que el Verbo de Dios se encarn�, y lo que nos promete es algo muy distinto de la resurrecci�n del cuerpo.

La resurrecci�n de la �carne� de que habla la Escritura es la resurrecci�n del hombre completo. No la confundamos con la resurrecci�n... de un poco de carne. El sentido b�blico de �carne� es el hombre considerado en su debilidad natural, y en este sentido el alma es tan �carne� como el cuerpo. Cuando dec�s que el Verbo se hizo carne, afirm�is que se hizo hombre; ser�ais herejes suponiendo que solamente asumi� un cuerpo.

Lamentable estado el del cristiano, que por una parte admite filos�ficamente la inmortalidad del alma, y por otra parte piensa que toda la obra de Cristo, todo el beneficio de la redenci�n, es asegurar, siglos despu�s, la resurrecci�n de su cuerpo. Recuperaremos nuestro cuerpo despu�s de haber prescindido tranquilamente de �l y de haber vivido numerosos siglos como �almas separadas�, como un recuerdo, un ap�ndice, un colgante superfluo, pero decorativo.

La existencia de un alma separada (entre la muerte individual y la resurrecci�n supuesta futura) es una monstruosidad filos�fica, pues el alma no es el hombre. La iglesia termin� por recurrir a esa hip�tesis a fuerza de ver retrasarse la parus�a. Al principio cre�a que los muertos esperaban en una especie de refrigerador (�locum refrigerii�, leemos a�n en el canon romano de la misa) el retorno de Cristo glorioso; y era necesario que san Pablo asegurase a los cristianos que sus muertos no saldr�an perjudicados en la carrera hacia la salvaci�n (1 Tes 4, 13).

Pero la prolongaci�n de la espera hac�a insoportable a la conciencia cristiana un tan largo exilio de sus difuntos; y se termin� por admitir que estaban ya con Cristo.

Desgraciadamente, la idea muy materialista que se ten�a de la resurrecci�n de los cuerpos (se pensaba ingenuamente que era el cuerpo depositado en el sepulcro el que recobrar�a vida, y es la raz�n por la que, durante mucho tiempo, la iglesia ha prohibido la incineraci�n) imped�a admitir una resurrecci�n inmediata. As� pues, se situaba el alma en el cielo y el cuerpo en la tierra, y se dilataba su reuni�n hasta el fin de los tiempos.

Leed a Bossuet, el serm�n para el d�a de difuntos: �Al sonido de esta voz todopoderosa que se dejar� o�r en un momento desde oriente hasta occidente, y del septentri�n al mediod�a, los cuerpos yacentes, los huesos resecos, la ceniza y el polvo fr�o e insensible se conmover�n en el lecho de sus sepulcros; toda la naturaleza se comenzar� a remover; y la mar, la tierra y los abismos se preparar�n para devolver sus muertos que parec�an haber devorado como una presa, pero que solamente hab�an recibido como dep�sito a devolver fielmente, a la primera orden... Pues esta materia de nuestros cuerpos no le pertenece menos por haber cambiado de nombre y de forma; y �l sabr� perfectamente reunir los restos dispersos de nuestros cuerpos, que siempre le son queridos porque �l los uni� una vez a un alma que es su imagen, llena de su gracia, y son siempre guardados por su mano poderosa, en cualquier lugar del universo en que la ley de los cambios haya arrojado esos preciosos restos�.

Sin embargo, pensemos que la capa superficial de la tierra veros�milmente no bastar� para proporcionar la materia necesaria para los cuerpos de todos los hombres que habr�n vivido desde el principio al fin del mundo Pues es siempre la misma tierra la que sirve para hacer otros cuerpos, y ser�n utilizados por nuestros sucesores.

Por otra parte, nuestro mismo cuerpo ha cambiado varias veces en el curso de nuestra existencia �cu�l de ellos resucitar�? Hemos dejado ya un gran n�mero de esos �dep�sitos preciosos� destinados a la inmortalidad por la imaginaci�n popular.

En el fondo, nuestro �cuerpo� es toda porci�n de materia que es alcanzada por nuestras armas cromos�micas Quiero decir que nuestra �nica identidad biol�gica es nuestra f�rmula cromos�mica y que cualquier materia puede servirnos de cuerpo a condici�n de que nos sea apropiada de ese modo. Si, durante nuestra vida, nos hemos ido haciendo constantemente un cuerpo con la ayuda de tan diferentes materiales, �qu� imposibilidad hay en que despu�s de nuestra muerte continuemos form�ndonos un nuevo �rgano de comunicaci�n con el mundo y los hombres?

En el fondo, el error ha estado en considerar como futuros los acontecimientos permanentes. El �juicio�, por ejemplo, no es �final�, es perpetuo. El juicio ha tenido lugar ya (Jn 3, 18), resulta continuamente del hecho de que la luz luce en las tinieblas y las tinieblas no quieren recibirla. Nosotros somos juzgados constantemente por nuestra reacci�n a la palabra de Dios.

Lo mismo la resurrecci�n: no es final, es inmediata.

Verdad que en ciertos pasajes del nuevo testamento parece que se trate de una resurrecci�n futura; pero en muchas otros la resurrecci�n ha tenido lugar ya y se produce en cada instante.

Vosotros, �cre�is que resucitar�is o cre�is que hab�is resucitado ya?

�Puesto que hab�is resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba� Pues estabais muertos�� (Col 3, 1-3), dec�a san Pablo.

Creer en una resurrecci�n futura es descorazonador; es la fe ciega de los tres ap�stoles que prometen guardar el secreto �hasta la resurrecci�n de los muertos� y luego se preguntan qu� significa eso, �una resurrecci�n de los muertos�; es una fe falsa como la de Marta, que fue reprendida y corregida por Cristo.

Muchos cristianos creen en la resurrecci�n de la carne de la manera desprendida y lejana como cre�a Marta. Jes�s le dice: �Tu hermano resucitar�. �S� �responde Marta �, s� que resucitar� en la resurrecci�n, en el �ltimo d�a�. No le interesa en absoluto, est� demasiado lejos para suscitar una esperanza. Ese es exactamente el entusiasmo de los cat�licos, que proclaman: �Esperamos la resurrecci�n de los muertos�.

Pero Cristo quer�a hablar de otra resurrecci�n, de una resurrecci�n inmediata. Iba a transformar la fe triste de Marta en la resurrecci�n, convirti�ndola en una experiencia.

�Yo soy la resurrecci�n y la vida. El que cree en m�, aunque hubiere muerto vivir�; y todo el que vive y cree en m�, no morir� jam�s. �Crees esto?�.

�C�mo entend�is estas palabras? �Crees que t� no morir�s jam�s? �Crees que has resucitado? �Crees que est�s en la vida eterna? �O dejas todo esto para m�s tarde?

Toda la vida cristiana es una continuaci�n, un aprendizaje de muertes y resurrecciones. Comienza en el bautismo: hab�is sido sumergidos en el agua bautismal, hab�is muerto all� con Cristo (Rom 6, 4) y de ella hab�is resurgido transformados, vivificados, inmortalizados. Todos los sacramentos son participaci�n en la muerte y resurrecci�n de Cristo. Pero, �los hab�is interiorizado para hacer la experiencia de semejante transformaci�n?

La resurrecci�n esencial, capital, es aquella de la que hac�is la experiencia. Comprendo la avidez de la gente por las exteriorizaciones fant�sticas de la resurrecci�n de Cristo cuando no han hecho la experiencia de una verdadera resurrecci�n personal.

Existen dos se�ales de haber resucitado:

En primer lugar, se da uno cuenta de que estaba muerto. Mientras se est� muerto, uno no se da cuenta, no se pasa mal, ni se sufre, ni se siente nada. Quiz� uno molesta un poco a los otros por el olor, pero nadie se siente importunado por el propio. Ni siquiera se peca: se est� muerto No hay nada que confesar: se est� muerto. Uno acude a misa todos los domingos, �de cuerpo presente�, como dicen las esquelas.

Pero se resucita si se toma conciencia de la propia muerte, de haber vivido muerto, si se descubre toda la dureza, todo el alcance de la muerte propia Se extra�a uno �c�mo habr� podido yo soportar esto tanto tiempo? No cre�a, no esperaba nada, estaba sin esperanza, no amaba nada ni a nadie, y me encontraba muy bien, no ten�a nada que reprocharme.

La segunda se�al: la vida a la que Cristo nos resucita es la vida eterna, descubrimos que existe desde ahora una vida que podr�a durar siempre. Desde que se resucita, la vida a la que se despierta es de tal abundancia de alegr�a y de amor, que se podr�a vivir de ellos sin fin. Re�ne estas dos caracter�sticas aparentemente contradictorias: con una vida as�, se podr�a morir enseguida y se podr�a vivir siempre.

Se constata que hay en nosotros dos clases de vidas: una pobre vida peque�ita y triste, mezquina, aburrida y tediosa, �Dios quiera que no se inmortalice�, y otra vida tan intensa y tan sabrosa que la eternidad no la agotar�. Es de esta vida de la que habla Cristo, es �sta la que anuncia la iglesia, es la que describen los santos, y cuando vivo de ella, s� que no es m�a, que puedo perderla, ahogarla, o abrirme a ella; pero cuando la viva nadie me har� durar.

Entonces se comprenden las palabras de Cristo: �Tal es el pan que desciende del cielo que quien come de �l no morir� nunca�. �C�mo interpret�is esto, vosotros los que cre�is que Dios nos resucitar� �en el �ltimo d�a�? No, la intervenci�n de Cristo no es al final, es inmediata. Nos da una vida que no acabar� jam�s. �Si alguien come de este pan vivir� eternamente� El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna� Este es el plan bajado del cielo. No es como el que comieron vuestros padres y murieron; el que come de este pan vivir� para siempre� El que ponga en pr�ctica lo que digo, no gustar� la muerte� (Jn 8, 51).

Y nos pregunta: ��Crees esto?� (Jn 11, 26).

Durante mucho tiempo interpret� la respuesta de Pedro a Jes�s (�Se�or, �a qui�n iremos? T� tienes palabras de vida eterna�) como un acto de fe, un esfuerzo de confianza. Pero hoy las entiendo como expresi�n de una experiencia: �Nadie nos ha hablado como t�. T� dices la verdad de las cosas y de la vida. T� hablas de las cosas de Dios con autoridad y como por experiencia. T� revelas en nosotros una zona que no conoc�amos. Nunca se cansa uno de o�rte, tu palabra hace vivir y hace ver, y cuando hablas sentimos que nos abres las puertas de la verdadera vida�.

Entonces la cuesti�n se desplaza; ya no hay que preguntar ��Crees en la vida eterna?�, sino ��Tienes deseos, tienes de que vivir para siempre?� Una eternidad de vida �Quien es capaz de ella? No hay peor castigo para el que no ama, ni mejor recompensa cuando se ama Lo que importa no es la eternizaci�n, sino lo que se tiene para eternizar Cuando se ven ciertas asambleas cristianas, dan ganas de gritar: �Se�or, no los eternices. No respiran hasta que salen�.

La vida a la que Cristo nos resucita es una vida de amor es la suya. Jes�s es el hombre que ha encontrado de qu� morir y de qu� vivir para siempre.

No proyect�is vuestra religi�n en el pasado ni en el porvenir: poco importa que Cristo haya resucitado, lo que cuenta es que est� resucitado Poco importa que resucit�is en el �ltimo d�a, Io que importa es que est�is resucitados, que est�is en la vida eterna. �La vida eterna es conocerte, a ti, �nico Dios verdadero, y al que t� has enviado, Jesucristo� (Jn 17, 3).

El que no ha experimentado la resurrecci�n y la vida eterna ya desde aqu�, �c�mo podr� creer en ello verdaderamente para m�s tarde? Y lo que es peor: creer en la resurrecci�n dispensa a muchos cristianos de experimentarla. Creen en ella para m�s tarde, por la fe de su cura, de los ap�stoles, de las Escrituras; guardan cuidadosamente la envoltura sin gustar jam�s el fruto.

�Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida --dice san Juan-- que hemos resucitado, porque amamos a nuestros hermanos�.

�Conoc�is alg�n ambiente en el que se resucite de tanto ser amado? �Hab�is creado semejante medio de resurrecci�n? �Nuestros medios ambientes son medios en los que se producen resurrecciones? �Hab�is visto gentes que resucitaban? �Hab�is resucitado a alguien?

Por favor, no os envanezc�is de vuestra fe en la resurrecci�n de Cristo, ni de vuestra esperanza en la resurrecci�n final para dispensaros de vivirla. La resurrecci�n no es solamente el objeto principal de la fe; es tambi�n su fuente. La fe se apoya en la experiencia �Nadie me hablo como este hombre. Solamente Dios puede perdonar as� los pecados. Nadie ha vuelto la vista como �l a los ciegos de nacimiento que somos nosotros; s�lo Dios puede resucitar a los muertos como �l me ha resucitado�.

Y si quer�is a�adir: �Nadie hace temblar la tierra como este hombre; nadie blanquea, nadie refulge, nadie atraviesa los muros como este hombre �, hacedlo, pero guard�oslo para vosotros.

* * *

Para un jud�o de la �poca de Cristo la resurrecci�n no es en manera alguna la reasunci�n de un cuerpo por �su� alma, sino el hecho de que el hombre, en su totalidad, conocer�a un m�s all� de esta vida, que lo esencial del hombre ser�a eternizado. Pero para �l lo esencial del hombre no es su alma, es ser un cuerpo animado, un ser indivisiblemente corporal y espiritual. Y Cristo no pensaba de otro modo.

Para los te�logos actuales, la resurrecci�n de Cristo no es ya el retorno de un cad�ver a la vida terrestre; es un acontecimiento real, pero trascendente, y que excluye toda verificaci�n experimental, un acontecimiento del mismo orden que la glorificaci�n de Cristo, su exaltaci�n a los cielos o su estar sentado a la derecha del Padre.

Un cuerpo glorioso no es un cad�ver reanimado; se trata de un estado inimaginable, irrepresentable y con el cual no tenemos contacto m�s que por la fe. Es lo que parece decir P. Benoit:
Si �l (Bulimann) quiere solamente rechazar el hacer (de la resurrecci�n),� un acontecimiento susceptible de verificaci�n cient�fica, de �pruebas� experimentales sobre las que podr�a apoyarse la fe, hay que darle la raz�n� Aunque no pueda ser conocida m�s que por la fe y no por la experiencia, la resurrecci�n de Cristo no por eso es menos un hecho que de suyo es anterior a la fe y exterior a ella .

* * *

Sin embargo, dir�is, hay pruebas, ha habido una exteriorizaci�n de la resurrecci�n de Cristo.

El sepulcro vac�o

Signo evidentemente ambiguo, ya que el cuerpo de Cristo hubiera podido ser recogido por sus amigos, por sus enemigos o simplemente por error de indiferentes.

Por otra parte el cristianismo naciente parece ignorar la existencia y el argumento del sepulcro vac�o, que destacan a placer los cuatro evangelios. S�lo muy tard�amente se emple� esta prueba o se us� este s�mbolo, y parece ser que un contexto pol�mico (Mt 28).

Pero sobre todo, los exegetas modernos admiten que si se hubiese colocado ante el santo sepulcro cuando al resurrecci�n un aparato fotogr�fico, no hubiese registrado nada.

Guitton escribe que si Pilato o T�cito �hubiesen estado en la sala en que Jes�s apareci�, parecer ser que no hubiesen visto nada�. Hac�a falta la fe.

Pero Guitton no ha podido concluir que esto significa equivalentemente que Pilato y T�cito ante el sepulcro vac�o lo hubiesen visto lleno. Puesto que hab�a falta fe para percibir el hecho.

Para m�, si el cuerpo de Cristo hubiese quedado en el sepulcro, yo tendr�a exactamente la misma fe en su resurrecci�n.

Pues el cuerpo de los seres que hemos perdido no ha abandonado el sepulcro, y sin embargo, los creemos vivos.

Si, como dice el nuevo testamento, la resurrecci�n de Cristo es la nuestra, �para qu� pretender que la suya haya tenido lugar de manera completamente distinta?

Las apariciones

Los exegetas admiten cada vez m�s que las apariciones no son hechos hist�ricos; no hab�a presencia corporal de Cristo, como hubiera podido constatarla cualquier testigo.

Pero se ha mantenido un combate de retaguardia para sostener que no fueron puras visiones o simples impresiones espirituales. Pero entonces, �qu� era, si no era un fen�meno f�sico ni una visi�n?

Y sin embargo san Pablo, cuando habla de las apariciones de Cristo y cita la del camino de Damasco, emplea la misma expresi�n para todas: �Fue visto� (1 Cor 15, 3.8). Ahora bien, �l, Pablo, goz� ciertamente de una �visi�n� en el sentido ordinario de la palabra, ya que sus compa�eros nada vieron.

Otros autores, m�s audaces (pero que no publican lo que dicen), ense�an que estos relatos de apariciones, tan vivos y concretos, son insistencias pedag�gicas de cara a los helenistas que no cre�an m�s que en la inmortalidad del alma, explicaciones gr�ficas e imaginadas, �nico medio de inculcar la verdad de la resurrecci�n total.

Notad que los relatos se hacen cada vez m�s concretos a medida que el tiempo pasa: Pablo habla de una visi�n, pero en suma nada ha visto, ha o�do un mensaje; Mateo relata un discurso; Lucas una conversaci�n, un viaje y una comida; Juan una comida y pruebas de tacto.

Parece que los ap�stoles y sus fieles no pod�an representarse la resurrecci�n m�s que por la constataci�n de un cuerpo tan semejante como fuese posible al antiguo cuerpo de Jes�s. Nosotros ya no tenemos necesidad de esta representaci�n para admitir la realidad del hecho. Recordemos que estos mismos hombres que ve�an el cuerpo de Cristo resucitado ve�an tambi�n �ngeles con un cuerpo semejante al de ellos. Uno no era sin duda m�s real que otro, y quiz� ellos usaban intencionalmente estas im�genes.

Para nosotros la caracter�stica de las apariciones de Jes�s es que al pronto nadie le reconoci�. Mar�a Magdalena le tom� por el jardinero, los disc�pulos de Ema�s hicieron kil�metros con �l sin identificarlo, los ap�stoles de la pesca milagrosa vieron un extra�o en la orilla que les preparaba pan y peces.

No lo reconocieron ni por la vista, ni por la voz, ni por el tacto. �Esto no debilita decisivamente la tesis de una aparici�n f�sica, puesto que ser�a in�til, siendo �l irreconocible?

Fue necesario que se despertase su fe: �Oh hombres sin inteligencia, de coraz�n lento en creer...�. As� eran al principio, eran como nosotros somos y mientras permaneciesen lentos en creer y sin inteligencia espiritual no pod�an reconocerle.

�C�mo, gracias a qu�, le reconocieron?

Ah� est� todo: �pens�is que fue Cristo quien cambi�? Despu�s de enmascararse se desenmascar�. Ser�a demasiado infantil.

Los �nicos que debieron cambiar, fueron evidentemente los ap�stoles. Si Cristo hubiese cambiado ellos hubieran podido seguir estando sin inteligencia y lentos en creer. Si Cristo se hubiese bajado hasta ellos, hubieran quedado eximidos de levantarse hasta �l, hubieran podido conservar su estado de pesantez y de incredulidad.

Pero la verdad es lo contrario: �l les habl�, les habl� como �l s�lo habla, en la oraci�n, en la meditaci�n de las Escrituras rele�das d�a tras d�a hasta que brotase su sentido (��No era necesario�?� y en su primer discurso de los Hechos Pedro resume su descubrimiento: �No era posible que la muerte le retuviese en su poder; pues David dice...�). Les habl� tan justo y tan exacto qu� su coraz�n se puso ardiente como cuando les hablaba en otro tiempo. Vieron entre ellos a alguien tan tierno, tan servicial, reconfortante, lleno de certeza y de fe, que se dijeron: �Es �l... No puede ser m�s que �l... Solamente con �l hemos sido interpelados, alimentados, servidos, alegrados como lo volvemos a estar ahora�.

Poco a poco fueron aprendiendo que Jes�s pod�a surgir en cualquier momento, en cualquier sitio, de cualquier persona. Y entonces comprendieron y reconocieron lo que �l hab�a querido decirles cuando les advert�a: �Yo estar� siempre con vosotros�.

Recurrid a vuestra experiencia: �nunca os ha ocurrido codearos largo tiempo con alguien sin percibirlo, ignor�ndolo, quiz� incluso con sentimientos de desconfianza o de desd�n, bien porque parec�a no tener nada que aportaros, bien porque lo present�ais demasiado diferente? Guardabais las distancias, permanec�ais cerrados a su cercan�a, interpretabais mal lo que hac�a. Despu�s, un d�a, una circunstancia, os acerc�, un viaje, una fiesta, un trabajo. Y porque por una vez le tratasteis con un poco de confianza, se puso a hablaros y quedasteis maravillados. R�pidamente os conquist�, el tiempo se os hizo corto, hubierais querido quedaros, os prometisteis volverle a ver, invitarle... Y os dijisteis despu�s: �Me ha dicho cosas que nadie me hab�a dicho; estaba a gusto con �l, como nunca lo hab�a estado con nadie; me volv�a mejor; me introduc�a en otro mundo�.

�Nunca hab�is vivido esto, y a menudo partiendo de la persona m�s banal, de un humilde, de un peque�o? Nada da tanto el sentimiento de lo sagrado como la aparici�n de algo grande y puro en la peor pobreza.

�Qu� es lo que pas�?

A la muerte de Cristo sus disc�pulos pasaron una crisis terrible: desesperaci�n, verg�enza, duda, abatimiento.

Pero hab�an sido demasiado bien formados, se les hab�a hablado demasiado profundamente, las palabras se hab�an grabado, hab�an experimentado una clase de vida demasiado fuerte como para poder resignarse a la muerte de �l y a la suya.

A fuerza de orar, de meditar las Escrituras, en una vida de intercambios y servicios fraternales, comenzaron poco a poco a revivir; las palabras resonaron; los gestos les subieron del coraz�n; les vino una seguridad extraordinaria. Se sorprendieron diciendo palabras (sab�an bien que no eran ellos quienes las dec�an), haciendo gestos (sab�an que no eran ellos quienes los hac�an), descubrieron en s� mismos un valor, una certeza, una penetraci�n maravillosa. Se sab�an inv�lidos, habitados Nunca les hab�a resultado Cristo tan vivo. Nunca afloraron su presencia f�sica. Vivian de ella, les desbordaba, se les contagiaba. Cristo hab�a dicho: es mejor para vosotros que yo me vaya. Pablo confirmaba: �Si conoc�a a Cristo seg�n la carne, ahora ya no lo conozco seg�n la carne�. E Ignacio de Antioqu�a: �Las cosas espirituales son mucho m�s evidentes que las cosas terrestres; incluso el Se�or Jes�s se manifiesta mucho mejor desde que est� junto al Padre�.

Sus apariciones de Cristo son las que vosotros mismos pod�is tener; encontraron hombres, hermanos, pero sus relaciones con ellos ya no eran las mismas que antes; sobreven�an recuerdos, se interpon�an im�genes; escuchaban mejor, buscaban m�s profundo, comprobaban que del ser m�s desapercibido (un jardinero), del m�s humilde (un cocinero), del m�s despistado (�Eres t� el �nico que no sabes...�) pod�a surgir la presencia si se le escuchaba, si se le consideraba, si se le invitaba a la mesa, si se le trataba con suficiente respeto y amor.

Renov� su vocaci�n; les devolvi� el gusto, el sentido de su misi�n; volvieron a aprender a servirse de sus poderes de compartir el pan, de perdonar los pecados, de apaciguar tempestades, de transfigurar los rostros.

Y no tuvieron necesidad de m�s.

Quiz� es lo que san Juan insin�a en su evangelio, tan planeado, tan calculado:

Pedro parti�, pues, con �l otro disc�pulo y fueron al sepulcro. Corr�an los dos juntos. El otro disc�pulo, m�s r�pido que Pedro, le adelant� y lleg� primero al sepulcro. Inclin�ndose entonces vio las vendas en el suelo; sin embargo, no entr�. Sim�n Pedro que le segu�a, lleg� a su vez. Entra en el sepulcro y ve las vendas en tierra y el sudario que le cubr�a la cabeza� Entonces entr� tambi�n el otro disc�pulo que lleg� primero al sepulcro. Vio y crey�.

Vio y crey�. �Qu� vio? Las vendas enredadas, �son una prueba, una exteriorizaci�n convincente de la resurrecci�n? No, es una leve se�al, un d�bil indicio; pero si est�is llenos de fe y de amor, cualquier se�al os habla y vosotros infer�s como un rel�mpago la presencia a la que est�is sensibilizados. �El leproso reconoce a la esposa por un solo cabello de su cabeza�.

La fe no es creer que los ap�stoles gozaron de una percepci�n f�sica que nosotros no tenemos; es compartir su percepci�n de la realidad espiritual de Cristo viviente.

En el fondo, en todo su evangelio, san Juan afirma que Jes�s manifestaba constantemente su gloria, que ojos atentos e iluminados percib�an sin cesar el amor y la presencia del Padre en el Hijo: �Hemos visto si gloria�.

�Nos sirvi� la mesa, nos parti� su pan, nos lav� los pies, e incluso en la cruz contin�o am�ndonos y llam�ndonos�.

�Conoc�is otra gloria mejor, un signo m�s evidente de Dios?

San Juan nos dice: �Percib�amos constantemente su gloria�.

Si fu�semos lo bastante atentos, lo bastante espirituales, lo bastante interiorizados, descubrir�amos sin cesar signos de resurrecci�n, ver�amos alrededor de nosotros el mundo en trance, en trabajo de resurrecci�n, hombres que se alzan frente a la injusticia y la opresi�n.

He aqu� los tres mayores conformismos de nuestra �poca:

La Rusia sovi�tica criticada y desconcertada por sus j�venes escritores, poetas, intelectuales que se rebelan, que afrontan los tribunales y los campos, que se manifiestan, que intentan despertar la conciencia de su pueblo. No se puede encadenar al hombre, no se puede encerrar al hombre en esos sepulcros.

El conformismo americano, el way of life m�s h�bil para condicionar al hombre. �Cu�ntos estudiantes, pastores, negros, sacerdotes y religiosos se levantan, disertan, denuncian los cr�menes de su propio pa�s!

El conformismo romano, la terrible opresi�n de la �piedra� cat�lica que hace la ley m�s que forma y respeta la conciencia, la rigidez de las tradiciones, de las jerarqu�as, todo eso es elevado, trabajado por la fuerza del Esp�ritu de resurrecci�n.

Y toda la juventud mundo que reclama el respeto de su dignidad y el acceso a las responsabilidades Qu� resurrecci�n cuando se ha conocido la aton�a, la pasividad, la indiferencia y el infantilismo a los que se la hab�a reducido.

�Si los hombres no resucitan -dice san Pablo - Cristo tampoco ha resucitado�. Pero los hombres resucitan y su inmensa aspiraci�n de mayor dignidad, de fraternidad y de libertad revela toda la amplitud de la energ�a resucitante de Cristo.

Y cuando vosotros mismos hay�is hecho personalmente la experiencia de este prodigioso poder de resurrecci�n esparcido por el universo, cuando hay�is participado en �l, cuando lo hay�is ejercido, entonces tendr�is verdadera fe en la resurrecci�n de Cristo.

---------
1 Probl�me de J�sus II, 216.
2 Ex�g�se et th�ologie, 108.
3 O. c., 88-89.

EVELY, Louis, El evangelio sin mitos, Sociedad de Educaci�n Atenas, Madrid, 1973, pp. 123-143.

 

 

previous - next

about me - read my profile! read other Diar
yLand diaries! recommend my diary to a friend! Get
 your own fun + free diary at DiaryLand.com!